Prueba Opel Cabrio 1.6 Turbo, motor, conducción y consumos

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Lo bueno estaba a punto de empezar. Me encontraba ya subido a este Opel Cabrio dispuesto a despertar el motor turboalimentado gasolina, de 1,6 litros y 170 CV de potencia. El paseo por su estética, me había dejado grandes sensaciones. Estaba ante un coche sencillamente precioso, con una silueta esbelta, y personalidad para comerse a cualquier competidor.

Movimiento de muñeca y el corazón del alemán comenzaba a latir. El bombeo no emitía prácticamente sonido alguno. Este músculo, además, ofrecía una cifra de par de 280 Nm y se encontraba asociado a una caja de cambios automática de seis velocidades. Toda una apetitosa ensalada a la que iba a hincarle el diente en menos que tarda mi cocker en ladrar al sonar el timbre de casa.

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Tardé poco en buscar como pirata a tesoro el botón que convertía a este Opel Cabrio en todo un descapotable. Diecisiete segundos es el tiempo que estuve esperando para ver recogida completamente la capota, diecinueve segundos haciendo el movimiento contrario. Una maniobra que era posible realizar en marcha sin superar los 50 km/h  Ahora sí, ahora podía ver el cielo azul más cerca de mi e incluso escuchar el sonido que emitía el escape, que por cierto, rugía más de lo esperado. En marcha.

Recuerdo que ese día salir de Madrid se me hizo algo más ameno, aunque también recuerdo que la sacudida de “El Lorenzo” comenzaba a ser insoportable. Poco a poco iba llegando la hora de coger autovía y las sensaciones que me transmitía el teutón no eran malas. La dirección, asistida electrónicamente, hacía fácil la tarea de maniobrar. Un trabajo solo incordiado por la escasa visibilidad de la luneta trasera, problema típico de los descapotables.

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Los 170 CV aún no veían pista libre para galopar, y encerrados en la ciudad, el consumo lo notaba. Oficialmente, la marca declaraba 9,3 l/100 km en vía urbana, y lo que mis ojos veían se acercaba peligrosamente a los 10 l., rondando los 9,8 en todo momento. Un gasto de carburante que en la versión con cambio manual seguramente bajarían notablemente, declarando oficialmente en esta 8,0 l/100 km.

Los medio millar de kilómetros que suelo recorrer nada más recoger a mis invitados, en este caso los completé plácidamente. Si bien, no llevé la capota destapada mucho rato, la corriente a 120 km/h es demasiado intensa, y ya había podido disfrutar del sol en la salida de Madrid. Con ésta cerrada, sorprendía el trabajo de insonorización. No voy a mentiros, encontré un aislamiento de academia, pero no llegaba al nivel de una berlina cerrada. Por mucho que los fabricantes lo intenten, resulta prácticamente imposible de conseguir.

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El día había dado para mucho. Había podido charlar de tú a tú con el Opel Cabrio en más de 500 km. Conocía ya sus bondades en la urbe, y también alguna de sus limitaciones. Y sabía que en carretera abierta, era un compañero de viaje excepcional con un nivel de comodidad bastante correcto, un gran aplomo, y, con el techo cerrado, ofrecía un buen aislamiento. Además, los modos de conducción te permitían elegir la opción Tour, una alternativa que relajaba la rigidez del chasis haciendo más suave el caminar. Por último, el consumo final después de 450 km por autovía a 120 km/h, era de 7,3 l/100 km.

Y esa elección en los modos de conducción, se tornaba en un color rojo, tono infernal que lucía el panel de instrumentos al pulsar la opción Sport. Me encontraba donde siempre, en mi carretera favorita. Esa que iba a hacerme descubrir las capacidades dinámicas de este descapotable. Mientras la capota iba escondiéndose a unos cuantos centímetros de mi espalda, un toque de mi muñeca colocaba el selector de cambios en secuencial. Ahora, las seis velocidades de esta transmisión automática estarían esperando un leve toque de mis dedos para avanzar.

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Cincuenta kilómetros me separaban el inicio de esa carretera serpenteante de la que os hablaba, con el café que en esos momentos estaba disfrutando. Sentado frente al Opel Cabrio, con su motor turbo de 1.6 litros y 170 CV ya descansando, había llegado el momento de reflexionar. ¿De qué estaba hecho el alemán?

En primer lugar, uno de los puntos principales de este cabrio, era sin duda su mecánica. Con sus 280 Nm de par, este cuatro cilindros sobrealimentado, tenía empuje, tenía garra, pero me recordaba a aquel chico tímido del recreo, que no quería jugar a futbol, y luego tenía capacidades de sobra para practicar ese deporte. Las reacciones que notaba eran tímidas, no es que no corriese, porque lo hacía y mucho, pero no sorprendía, y parte de la culpa, la tenía un peso de casi 1.750 kg.

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Y estirar estiraba, una de sus grandes virtudes. Hasta las 6.500 vueltas, este corazón bombeaba con fuerza sin desfallecer. El rango era amplio, además, pese a montar turbo, desde bien abajo del cuentarrevoluciones, este Opel Cabrio pedía fiesta. En ese sentido, este 1.6 turbo, era una mecánica con un comportamiento muy lineal.

Por otro lado, la caja de cambios gobernaba adecuadamente los 170 caballos que se escondían debajo del bonito capó del descapotable del rayo. Seis velocidades que realizaban correctamente su trabajo, no olvidando nunca las marchas inferiores, cuando teníamos la palanca de cambios en posición D, para no dejarnos esperando una reacción poderosa del motor. Únicamente en el manejo secuencial, percibía algo de lentitud.

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Tiraba de memoria con la taza de café ya vacía, recordando un gran paso por curva. Su carácter descapotado, no le pasaba demasiada factura en el manoteo de enlazadas. Este tipo de coches, suelen tener más problemas en una conducción deportiva, no dejando forzar demasiado su chasis.

El tarado de este Opel Cabrio, más rígido en modo Sport, con un grupo de muelles que limitaban el balanceo, permitían jugar bastante con él. Eso sí, todo tiene un límite, y si osabas acércate a él, el subviraje e incluso sobreviraje, te perseguían hasta encontrarte como el lunes al domingo. Eso sí, era difícil llevarlo a ese lado oscuro.

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Era la hora de irse y el mejor sabor de boca no me lo dejaba ese café, sino el tacto de la dirección y el de los frenos. Era una auténtica gozada ir amarrado a ese volante de medidas perfectas. Además, el manejo resultaba bastante directo regalándote buenas sensaciones al enfrentar cada viraje. Y en el caso de la mordida de los disco, los frenos actuaban progresivamente. Una cualidad que es de agradecer.

El Opel Cabrio no solo parece ser una cara bonita, también demuestra buenas actitudes dinámicas. Su motor, el 1.6 turbo de 170 CV, pese a ser algo tímido, no decepciona. El resto, lo predisponen para ser un tipo divertido. Pero aún queda un paso más en esta prueba. Será mañana, cuando revisemos su lista de equipamiento y pongamos sobre la mesa las conclusiones finales.


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