Prueba Peugeot 208 GTI, cuando tu historia pide otra oportunidad

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El término medio está sobrevalorado. Nos instan siempre a ser correcto. Sé comedido, no rias muy alto, cierra la boca al comer… Los convencionalismos llevan al aburrimiento, y el aburrimiento ha llegado al automóvil. Afortunadamente aún quedan esperanzas y responden al nombre de GTIs.

Entre ellos está el Peugeot 208 GTI, y lo hace con el aura de llegar para revivir un mito. Sí, aquél Peugeot 205 GTI que tantos amantes de la conducción deportiva añoran y que, ya te lo adelanto, no va a volver. Tiene, por tanto, este nuevo utilitario deportivo una dura prueba por delante, que no es sino contentar a una masa de seguidores que han visto la luz al final de túnel cuando hablamos de deportivos con sello Peugeot.

Mírame pero no me toques

Primero vamos a ver qué es el Peugeot 208 GTI pero, sobre todo, cómo es. Y es que probablemente tenga que explicarte e incluso enumerarte en qué se diferencia a simple vista de un 208 corriente. Es un extraño caso de mírame pero no me toques. Mientras otros GTI quieren dar la nota, éste lo muestra su estilo de una forma tan sutil que hasta resulta delicado.

Y con esto me refiero a que ha heredado ese aspecto pijo del 205 GTI, esos detalles que no llaman tu atención a simple vista, pero que están ahí para avisarte de que al volante va alguien sin prejuicios. Un ejemplo de ello es la nueva parrilla efecto 3 dimensiones, con toques cromados que, en cierto modo, simulan una bandera de cuadros. Debajo, un aplique ahora en color rojo mate.

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Y ya está. Eso es lo que verás por el retrovisor si alguno se te acerca. Cuando te pase, que lo hará, verás unas llantas de 17 pulgadas de diseño específico, unos muy discretos aletines (genial, vuelven los aletines), un alerón trasero de techo y una doble salida de escape. El 208 GTI sólo se ofrece con carrocería de 3 puertas, y esto nos brinda una excelente moldura con el logo GTI en el grueso pilar C a imagen y semejanza de su antecesor. Echamos en falta algo más de garra, pero aun así, el 208 GTI consigue no pasar desapercibido del todo.

El interior sí es mucho más vivo, empezando por esa extraña posición del volante, tan bajo y tan pequeño. Hay opiniones en contra y opiniones a favor. Yo soy del segundo grupo, y es que no podría amar más esta disposición. Junto a ella unos degradados de negro a rojo para los apliques y un toque de color en rojo para numerosos detalles como el cuadro o los asientos; también para los cinturones.

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De nuevo, podríamos esperar unos preciosos backets, pero en su lugar se erigen dos asientos con unos pétalos bien marcados que sujetan el cuerpo a la perfección. Todo tiene un indudable toque deportivo, aunque sí nos gustaría integrarnos más en el puesto del conductor, sentarnos en unos asientos que nos tiren al suelo.

GTI significa equilibrio

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Pero llegamos a quid de la cuestión. ¿Por qué Peugeot no nos ha deleitado con un utilitario GTI más radical? Equilibrio. Equilibrio es la respuesta, y es que nada en el 208 busca radicalismos, asperezas, nada que pueda alejarlo de ser tu deportivo de todos los días. Al fin y al cabo es una de las virtudes de estos coches, ser utilizables entre diario y divertidos el fin de semana.

Para ello El Peugeot 208 GTI no podría haber elegido mejor su motor. Un bloque 1.6 THP de 200 caballos se aloja en el vano motor, un propulsor que equipa buena parte de la gama PSA y el mismo, con retoques, que los de Peugeot han llevado hasta los 270 caballos en el RCZ-R. Y ya lo adelanto, este motor tiene aún mucha cuerda.

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En el 208 GTI parece que asistimos a una perfecta simbiosis, y es que si pensabas que una cilindrada relativamente pequeña con tanta potencia significaría una zona baja del cuenta vueltas muerta, estás muy equivocado. Parece un motor más grande desde la primera parte del cuenta vueltas, con un par de 275 Nm a sólo 1.700 vueltas. No tiene una zona mala ni una zona buena como tal. Funciona bien desde abajo y no desfallece hasta poco antes del corte. Ahora bien, para una respuesta más inmediata en conducción deportiva, merece la pena no bajarlo de unas 3.000 vueltas, que como ves, no es precisamente exagerado.

Con esto en la mano, moveremos con el pie derecho un coche que responde con viveza desde abajo, al que no le cuesta moverse a pesar de unas relaciones de cambio exageradamente largas. Y esta es una de las mayores pegas del 208, unas relaciones eternas que, aunque las mueva con ganas, no te invitan a jugar con el cambio en carreteras reviradas. Y te digo más, con ir en segunda velocidad lo más probable es que puedas recorrer tu tramo de curvas favorito con garantías y sin despegar la mano derecha del volante.

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Una de las cosas que más me han sorprendido ha sido la capacidad de tracción. Mientras otros modelos, como en la comparativa GTI, vuelven locos a los sistemas electrónicos, el Peugeot 208 GTI es capaz de transmitir toda la potencia al suelo con extrema sencillez, por lo que pisar el acelerador a la salida de las curvas no es una práctica de riesgo. Así mismo, nos acompañará un sonido acorde con el carácter del coche: sutil, atenuado. Suena bien, y además se nota que es un sonido de escape sin artificios. No es molesto pero sí echamos en falta algún petardeo que anime la conducción.

Y precisamente, de conducción animada viene a hablarnos la suspensión. Peugeot ha trabajado este apartado con unas vías más anchas, muelles y amortiguadores específicos o unas estabilizadoras más gruesas. Esto se traduce en una nobleza de reacciones algo impropia de un GTI. Y los sentimientos vuelven a darse de bruces.

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Es un coche cómodo, en asfalto en buen estado y en asfalto roto. Es un coche ágil, sin balanceos, cabeceos o movimientos extraños en curva. Pero a su vez no nos brinda esa sensación de dureza, de botar, que buscamos, o busco, en un GTI. Además tiene la trasera soldada al suelo, al contrario que su antecesor. Y es que desplazar el eje trasero de su trayectoria será un trabajo que exigirá usar el freno de mano.

A ello se une una dirección que, a pesar de ir bastante asistida, me parece muy agradable por tacto, empezando por el tamaño y posición del volante, y terminando por un movimiento de las ruedas que sigue tus manos de forma bastante fiel. Es, por tanto, una dirección ciertamente directa, aunque no del todo estimulante. Los frenos van por el mismo camino. Tienen un mordiente muy capaz y mucha capacidad de frenada. No echamos, desde luego, en falta mayor poder de detención, pero sí un tacto algo menos artificial, amén de ser imposible realizar el tan ansiado punta-tacón por la posición de los pedales.

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En definitiva, ¿ha regresado un mito? Pues sí, pero de una forma algo descafeinada. Realmente creo que compararlo con el 205 GTI es absurdo, por mucho que Peugeot haya trabajado en devolvernos la ilusión. En cierto modo lo ha hecho, siendo infinitamente mejor en todo que cualquiera de sus antecesores. El problema es que el tacto racing, el tacto puro, no va a volver. Y si lo hace será en forma de ediciones especiales, como el 208 GTI 30th que promete un poco más de picante a este cóctel bajo en calorías.

Me ha gustado. Mucho. El Peugeot 208 GTI me parece uno de los GTI más interesantes del mercado, siempre que tus aspiraciones no sean demasiado radicales. Ya lo dice el propio fabricante, no quieren construir un coche para circuito, sino un coche con el que ir a tus recados con la máxima sencillez y desfogarte un fin de semana cualquiera en alguna carretera perdida. Y eso, señores, lo han clavado pero, el término medio está sobrevalorado.


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