Tras realizar el pertinente análisis tanto interior como exterior del Audi Q5 es el momento de ponerse tras el volante de uno de los SUV premium más vendidos del mercado. Comprobaremos cómo se mueve este Q5 equipado con el motor de acceso a la gama, el 2.0 TDI de 150CV con cambio manual y tracción quattro. Este motor se ofrece también con tracción al eje delantero únicamente.
El bloque 2.0 TDI es un viejo conocido en las filas de VAG. Prácticamente todos los modelos de todas las marcas, salvo vehículos ya muy altos de gama lo equipan de alguna u otra forma. Lo cierto es que este motor TDI de 2.0 litros ha ganado en refinamiento con el sistema de inyección common-rail que VAG adoptó hace ya varios años, dejando de lado los ruidosos bomba-inyector. En frío la sonoridad no es elevada y no se transmiten vibraciones al habitáculo.
El motor tiene un funcionamiento muy suave, pero sinceramente, no mueve con mucha soltura la carrocería del Audi Q5. No es que esté inframotorizado ya que el coche tira bien, aunque no podemos esperar maravillas de 150CV en un coche de más de 1.800 kilos. Para quien no tenga pretensiones deportivas o le guste correr puede ser una buena alternativa (por precio) aunque veremos más adelante que en tema de consumos hay posibilidad de mejora. Hace el 0-100 en 10,8 segundos.
Como en muchos diésel, encontramos que por debajo de las 1.800 vueltas no es tan rápido como en la zona media del cuentavueltas y que hay par disponible hasta casi las 3000. Estirar más allá de las 3.500 no hace gran diferencia, a pesar de dar los 150CV a 4.200 vueltas. Me ha parecido peculiar el pedal del acelerador. Hay que pisarlo mucho para que el coche coja velocidad. Da la sensación de que llevásemos el coche ahogado y le estamos requiriendo potencia sin que el pueda dárnosla. Es un pequeño detalle al que uno se acostumbra.
La caja de cambios, manual de seis velocidades, tiene un tacto realmente bueno. Los coches del Grupo Volkswagen son de los mejores en este aspecto, recorridos no muy largos y un enclavamiento preciso. Nunca hay lugar a dudas de que una velocidad haya podido no entrar. El escalonamiento de las relaciones es bueno, con una sexta larga que permite girar bajo de vueltas a motor a velocidades de crucero.
Si hablamos de la dinámica del Audi Q5 veremos que es un coche muy confortable, eso que la unidad de prueba equipaba unas preciosas llantazas de 20″, que perjudican el confort. La suspensiones dejan balancear la carrocería, tampoco en exceso y el coche goza de gran estabilidad con un buen compromiso confort-dureza. Además, junto a la tracción quattro nos encontramos con un coche que toma francamente bien las curvas, aunque al límite es subvirador sin contemplaciones. La motricidad es realmente buena, la tracción quattro es muy efectiva y es casi imposible hacer que el coche patine, incluso con las ayudas electrónicas desactivadas. La dirección es directa y va totalmente aislada de la carretera.
Si hablamos de consumos, el Audi Q5 2.0 TDI de 150CV no es una referencia. En total recorrimos 740km de prueba, con una media global de 8.1 litros. El recorrido fue bastante extraurbano, sin mucha conducción por ciudad, pero sí con bastante carretera y autovía. La ruta Vitoria-Pamplona por la A1 a 120 kolómetros por hora resultó en un consumo de 7.3 litros mientras que lo más bajo fue 6.4 litros, en un recorrido Vitoria-Loiu (aeropueto de Bilbao) por nacional, con tráfico. Al final si al conjunto del coche, que no es óptimo para consumos (peso, tamaño…) le sumamos la tracción quattro permanente y las llantas de 20″ es normal encontrarnos con estas cifras.
Seguramente este mismo 2.0 TDI en la variante de 177CV vaya mucho más holgado e incluso puede llegar a consumir menos. No sería la primera vez que ocurre. Es una lástima que no haya un 3.0 V6 TDI de 204CV. El salto hasta los 245CV es grande, en prestaciones, también. Sin duda yo me decantaría por una mecánica superior a las de 150CV.
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