Los coches eléctricos y los autónomos nos parecen algo muy reciente, pero la verdad es que llevan décadas entre nosotros. Es más, los motores eléctricos ya eran populares incluso antes de que aparecieran los de combustión. Hoy me centraré en los coches autónomos, que tienen su origen, aunque parezca extraño, en 1930.
Mientras el mundo se preparaba para la Segunda Guerra Mundial, un inventor estadounidense llamado Homer Wilber «Earl» Muntz estaba ocupado dando forma a una idea revolucionaria: un coche que podía conducirse solo. Y no solo se había experimentado con coches, también con otros vehículos voladores, etc., es decir, ya se había adelantado incluso a lo que hoy conocemos como drone.
Por ejemplo, el ingeniero y científico español Leonardo Torres Quevedo, nacido en 1852, es reconocido como uno de los pioneros de la aviación y la robótica. Entre sus inventos más destacados se encuentra el Automóvil Aerostático, un ingenio volador teledirigido que cautivó al mundo a principios del siglo XX. Se patentó en 1902, y básicamente era un dirigible de la época de 8 metros con motor de gasolina y que podía ser controlado a distancia mediante señales de radio, con unos mecanismos electromecánicos en la cabina.
El coche autónomo de Muntz
Volviendo al coche autónomo, Muntz fue un ingeniero autodidacta con una mente brillante y un espíritu emprendedor, buscando siempre la innovación. En 1931, había desarrollado un sistema de control remoto para radio similar al de Quevedo, lo que le permitió cambiar de emisora sin levantarse del sofá. Inspirado por este éxito, Muntz se propuso aplicar el mismo principio a los automóviles.
En 1939, Muntz presentó al mundo su creación: el Guiding Missle, un Ford Modelo T modificado que podía navegar por calles preestablecidas sin necesidad de conductor. El sistema de Muntz era una maravilla de la ingeniería para su época. Utilizaba una serie de sensores, incluyendo fotocélulas, giroscopios y un acelerómetro, para detectar las líneas del carril y mantener el vehículo en movimiento, así como un panel de control dentro del coche permitía al «pasajero» seleccionar la ruta deseada.
El sistema de control se basaba en relés y servo-motores que traducían las señales de los sensores en acciones, controlando la dirección o la velocidad del coche. Los pasajeros solo debían seleccionar la ruta y simplemente relajarse mientras miraban el funcionamiento del sistema, aunque no sé si estarían demasiado relajados con esta tecnología tan primitiva, ya que visto lo visto lo que ocurre con la actual tecnología…
A pesar de su ingenio, el Guiding Missle no tuvo el impacto que Muntz esperaba. La tecnología era costosa y compleja para su época, y el público aún no estaba preparado para la idea de un coche sin conductor. La Segunda Guerra Mundial también desvió la atención del desarrollo de nuevas tecnologías, y el prototipo quedó relegado a un capítulo olvidado en la historia de la automoción.
Pese a todo, quizás los coches actuales le deben algo a este ingenio de Muntz, cuyo invento del futuro del coche no fue del todo en vano. Su visión del coche autónomo inspiró a generaciones de ingenieros y científicos, sentando las bases para el desarrollo de los sistemas de conducción autónoma que hoy en día están transformando la industria automotriz, y no solo en el ámbito de los coches, también en los de las aeronaves, aviones no tripulados, y un largo etc.
Earl Muntz falleció en 1987, sin recibir el reconocimiento que merecía por su innovadora creación. Sin embargo, su Guiding Missle sigue siendo un testimonio de su genio creativo y su capacidad para imaginar un futuro donde los coches no solo nos transportan, sino que también piensan por sí mismos.
Lamentablemente, el Guiding Missle no se encuentra actualmente en exhibición pública en ningún museo o institución. Su paradero actual es desconocido. Se cree que el coche fue desmantelado y sus componentes reutilizados después de la muerte de Muntz en 1987. Así que, como ocurre con otros prototipos extraños o pioneros, en este caso no lo podrás ver en ninguna colección privada ni tampoco en museos del automóvil. Simplemente queda la documentación y pruebas de su existencia…