Un gran apagón eléctrico en San Francisco ha puesto bajo los focos, una vez más, las limitaciones prácticas de los coches autónomos sin conductor. Lo que debía ser una noche más de servicio de robotaxis de Waymo terminó en una escena casi de película: vehículos inmóviles en medio de los cruces, calles bloqueadas y vecinos compartiendo vídeos y fotos del caos en redes sociales.
Lejos de ser un simple fallo técnico puntual, el incidente ha reabierto el debate mundial sobre la fiabilidad y la seguridad de la conducción autónoma en situaciones extremas. En Europa y en España, donde se preparan marcos normativos y pruebas piloto, lo ocurrido en California se mira con lupa como una advertencia sobre la dependencia de la infraestructura y la necesidad de protocolos muy claros en caso de emergencias energéticas.
Qué pasó con los robotaxis de Waymo durante el apagón
La noche del incidente, un incendio en una subestación eléctrica de Pacific Gas & Electric (PG&E) dejó sin suministro a una parte importante de San Francisco. Se calcula que entre 120.000 y 130.000 clientes se quedaron sin luz, lo que afectó no solo a hogares y comercios, sino también a semáforos, transporte público y comunicaciones móviles.
En ese contexto, los robotaxis de Waymo, la filial de vehículos autónomos de Alphabet (matriz de Google), comenzaron a tener serios problemas para circular. Numerosos vídeos mostraron varios Jaguar I-Pace de Waymo inmóviles en intersecciones, bloqueándose entre ellos y complicando la circulación del resto de vehículos, incluidos los de emergencia.
En algunas imágenes se podían contar hasta cinco coches de Waymo parados en un mismo cruce, algunos con las luces de emergencia encendidas y otros literalmente detenidos en mitad de la intersección. Esta acumulación terminó por obstaculizar el paso del tráfico convencional y añadió una capa extra de caos a una ciudad que ya estaba a oscuras en buena parte de sus barrios.
Suspensión del servicio: reacción de Waymo y coordinación con la ciudad
Ante el aluvión de incidencias, Waymo optó por suspender temporalmente su servicio de robotaxis en San Francisco y en el área de la Bahía. La decisión no solo vino motivada por los problemas técnicos, sino también por la necesidad de no entorpecer el trabajo de los equipos de emergencia, que debían moverse con rapidez por la ciudad.
La portavoz de la compañía, Suzanne Philion, explicó en un comunicado que Waymo detuvo sus operaciones «debido al apagón generalizado» y que sus equipos estaban trabajando «en estrecha coordinación con los funcionarios de la ciudad» para vigilar la estabilidad de la infraestructura y decidir cuándo se podían reanudar los trayectos con seguridad.
Según distintos medios locales, las propias autoridades municipales contactaron con la empresa para pedirle que cesara el servicio, dado que los vehículos estaban contribuyendo a colapsar cruces muy delicados. Durante horas, grúas y operarios tuvieron que retirar coches de Waymo que habían quedado mal posicionados en calles y avenidas clave.
Un apagón que va más allá de apagar la luz: semáforos, red móvil y tráfico
El corte eléctrico afectó a gran parte de la red de semáforos de la ciudad y dejó también fuera de servicio a distintas infraestructuras críticas, incluidos tramos del transporte público de Muni y antenas de telefonía móvil. En una urbe de más de 800.000 habitantes, eso significa, en la práctica, que multitud de cruces quedaron sin señalización luminosa y con una conectividad muy limitada.
La pérdida de energía redujo notablemente la disponibilidad de internet móvil y las velocidades de transmisión de datos. No está completamente claro hasta qué punto la pérdida de conectividad influyó en el comportamiento de los robotaxis, pero sí es evidente que la combinación de semáforos apagados y comunicaciones inestables generó un entorno especialmente complicado para los algoritmos de conducción autónoma.
El alcalde de la ciudad emitió mensajes pidiendo a los residentes que evitaran desplazarse salvo que fuera estrictamente necesario, precisamente por la suma de factores: calles sin luz, transporte público alterado y tráfico cada vez más caótico.
Por qué se quedaron bloqueados los coches autónomos
Waymo subraya que sus vehículos no dependen de la infraestructura viaria para moverse en condiciones normales, ya que cuentan con sensores propios: radares LiDAR, cámaras, sistemas de posicionamiento y ordenadores de a bordo. Sin embargo, el apagón puso a prueba sus protocolos de seguridad en un escenario extremo.
Desde la compañía se explica que, cuando un semáforo está apagado, el sistema lo interpreta como una intersección de tipo stop de cuatro vías: el coche debe avanzar solo cuando detecta que es seguro. El problema es que, con buena parte de la red semafórica fuera de servicio a la vez, esa lógica conservadora se multiplicó en decenas de puntos de la ciudad.

En la práctica, los algoritmos actuaron de forma extraordinariamente prudente: ante la falta de referencias claras, tráfico imprevisible y comunicación potencialmente degradada con los servidores remotos, muchos vehículos optaron por detenerse por completo y «esperar» a que el sistema evaluara condiciones más seguras.
Expertos citados por medios como The New York Times y The Verge apuntan a otro elemento clave: si el coche se encuentra con una situación que no reconoce como típica, suele enviar vídeos e imágenes a un operador humano para que revise el contexto y indique la maniobra adecuada. En un escenario de apagón generalizado, con la red saturada y menor ancho de banda, este canal de apoyo humano puede volverse mucho más lento o, directamente, inoperativo, lo que contribuye a que los coches se queden «pensando» indefinidamente.
Impacto en el tráfico y reacción de los vecinos
Las consecuencias sobre la movilidad fueron inmediatas. Diversos testimonios en redes sociales hablaban de un «embotellamiento masivo» en barrios como North Beach, donde una acumulación de Waymos detenidos hacía complicado tanto adelantarles como sortearlos.
En algunas intersecciones, los robotaxis llegaron a bloquear el paso de otros coches y de los servicios de emergencia, generando escenas de frustración entre conductores y peatones. Fotografías y vídeos compartidos por usuarios mostraban calles enteras con robotaxis varados en fila o cruzados, obligando a maniobras complejas para poder continuar la marcha.
Este episodio se suma a un malestar creciente de parte de los vecinos de San Francisco con la presencia constante de coches autónomos. Ya se habían visto protestas simbólicas, como colocar conos sobre los capós de los vehículos para dejarlos fuera de servicio, y críticas tras incidentes previos, como el atropello de un gato muy conocido en un barrio de la ciudad por parte de un coche de Waymo.
Tesla aprovecha el momento para marcar distancias
Mientras Waymo lidiaba con la crisis, Tesla aprovechó el apagón para destacar las ventajas de su enfoque en conducción asistida. Desde la cuenta @Tesla_AI en X (antes Twitter) se aseguró que su sistema Full Self Driving está entrenado con «miles de millones de millas en el mundo real, incluidos los cortes de energía», un mensaje que muchos interpretaron como un dardo directo a su rival, propiedad de Alphabet.
El propio Elon Musk llegó a afirmar que los vehículos de Tesla en San Francisco no se habían visto afectados por el apagón de la misma manera que los de Waymo. Conviene matizar que la flota de Tesla que opera como robotaxi o en modo de conducción altamente automatizada en la ciudad es mucho menor que la de Waymo, por lo que la comparación no es del todo simétrica.
Pese a ello, el contraste entre ambas filosofías tecnológicas vuelve a ponerse sobre la mesa: Waymo se apoya en un entorno muy estructurado, sensores avanzados y mapas de alta definición, mientras que Tesla apuesta por un modelo basado sobre todo en cámaras y en redes neuronales que imitan el comportamiento humano a partir de enormes cantidades de datos reales. El apagón de San Francisco ha servido, al menos en el plano mediático, para que Tesla reivindique su enfoque más «flexible» ante imprevistos.
Dependencia de la infraestructura y lecciones para Europa
El caso de San Francisco ha puesto en evidencia hasta qué punto la movilidad autónoma urbana depende de la robustez de la infraestructura. No se trata solo de que los coches funcionen técnicamente, sino de que semáforos, red eléctrica, comunicaciones móviles, mapas y centros de control operen con un nivel de resiliencia muy alto.
En Europa, donde distintas ciudades están experimentando con zonas de pruebas, carriles específicos o servicios piloto de conducción autónoma, el apagón californiano se interpreta como un aviso muy claro. Antes de extender flotas de robotaxis por entornos densamente poblados, será imprescindible garantizar sistemas de respaldo energético y de conectividad que mantengan el servicio, o al menos aseguren paradas ordenadas, en caso de corte generalizado.
Para España, que avanza en la regulación de vehículos automatizados y proyectos de ciudad inteligente, la experiencia de San Francisco debería servir para incorporar escenarios de crisis en los planes de despliegue. Cortes de luz, caídas de red móvil, fenómenos meteorológicos extremos o ciberincidentes tienen que simularse y contemplarse desde el diseño mismo de los servicios.
Retos regulatorios y protocolos de emergencia
Más allá de la tecnología, el apagón ha evidenciado la importancia de disponer de protocolos claros entre empresas, autoridades de tráfico y servicios de emergencia. En San Francisco se vio cómo, ante el bloqueo de intersecciones clave, fue necesaria la intervención de la administración local para ordenar la suspensión del servicio y organizar la retirada de vehículos.
En la Unión Europea, donde la normativa tiende a ser más preventiva y conservadora en materia de seguridad vial, estos casos suelen tener un peso considerable en el diseño de leyes y reglamentos. No solo se trata de exigir pruebas de seguridad y certificaciones técnicas, sino de definir quién tiene la responsabilidad última cuando un coche autónomo inmovilizado entorpece ambulancias o bomberos en una emergencia.
De cara al futuro, se perfila como indispensable que los servicios de robotaxis cuenten con modos de degradación controlada: por ejemplo, que ante un apagón masivo los vehículos acudan automáticamente a zonas seguras predeterminadas, liberen los cruces y permitan una gestión más ordenada del tráfico.
Desconfianza ciudadana y percepción pública de los robotaxis
Aunque las estadísticas suelen indicar que los vehículos autónomos se ven implicados en menos accidentes graves que los conducidos por humanos, la percepción social es mucho más crítica cuando el responsable es un software. Incidentes como el bloqueo de calles durante el apagón, el atropello de animales o los errores de interpretación ante vehículos de emergencia alimentan la sensación de que la tecnología aún está «verde».
En el caso de San Francisco, los vecinos han pasado de ver los robotaxis como una curiosidad tecnológica o incluso como un reclamo turístico, a considerarlos, en algunos casos, una fuente adicional de problemas. Las protestas contra otra empresa del sector, Cruise, y la posterior retirada de su licencia tras un grave atropello, han dejado un precedente que influye en cómo se juzga ahora a Waymo.
Para las ciudades europeas que aspiran a integrar este tipo de servicios, será clave trabajar no solo en la parte técnica y regulatoria, sino también en la comunicación con la ciudadanía: explicar qué se está probando, cuáles son los límites del sistema, cómo se actúa en caso de fallo y qué mecanismos de reclamación y supervisión existen.
Un sector en expansión pese a los tropiezos
A pesar del incidente, la actividad de Waymo sigue creciendo. Un informe reciente señalaba que la empresa está ofreciendo alrededor de 450.000 viajes de robotaxi a la semana, casi el doble de lo que había comunicado meses atrás. El apagón, sin embargo, pone negro sobre blanco que la escala del despliegue aumenta también el impacto de cualquier fallo.
Los contratiempos no han frenado la apuesta por la movilidad autónoma urbana, pero sí están obligando a las compañías a refinar sus protocolos de seguridad y sus planes de contingencia. Cada incidente se convierte, a efectos prácticos, en un caso de estudio que reguladores, ingenieros y operadores analizan con detalle para identificar vulnerabilidades y priorizar mejoras.
Lo ocurrido con los robotaxis de Waymo durante el apagón de San Francisco deja una fotografía muy clara: la tecnología autónoma es capaz de mover cientos de miles de pasajeros a la semana, pero sigue siendo extremadamente sensible a fallos en la red eléctrica y en las comunicaciones. Para España y el resto de Europa, el mensaje es directo: si se quiere apostar por estos sistemas en las ciudades, habrá que invertir no solo en los coches, sino en una infraestructura más robusta, planes de emergencia detallados y una regulación que ponga la seguridad y la coordinación institucional en el centro.