Tras semanas plagadas de incertidumbre y amenazas de escalar la guerra comercial, EEUU y Japón han cerrado finalmente un nuevo acuerdo comercial. Con él redefínen las relaciones económicas entre ambos países. La buena nueva ha provocado tanto reacciones enérgicas en los mercados como análisis políticos sobre su alcance real y sus consecuencias futuras. La estrategia, dentro de un contexto global, de Washington sigue centrándose en la presión arancelaria como herramienta negociadora.
El presidente estadounidense, Donald Trump, y el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, anunciaron este acuerdo comercial. En él imponen un arancel del 15% a las exportaciones japonesas a EEUU, cifra notablemente inferior al 25% que la Casa Blanca había planteado como amenaza en los meses previos. A cambio, el Gobierno nipón se ha comprometido a una inversión de 550 mil millones de dólares en territorio yanqui. Un dato que, según Trump, permitirá que EEUU «reciba el 90% de las ganancias generadas» y, asegura, contribuirá a la creación de cientos de miles de empleos en suelo norteamericano.
Las claves del nuevo acuerdo comercial: aranceles, inversión y apertura de mercados
Una de las piezas centrales del pacto es la reducción del arancel que grava los productos japoneses, especialmente del sector del automóvil (del 25% inicial al 15% negociado). Este gesto ha sido recibido con alivio en Tokio, donde el sector del automóvil emplea a un 8% de la población y afrontaba serias amenazas a su competitividad global. A pesar de ello, persisten dudas sobre la aplicación de tasas específicas a ciertos productos, incluido si algunos vehículos seguirán sujetos a condiciones menos ventajosas.
Como por ejemplo el arroz y los coches, ámbitos históricamente delicados en la relación bilateral. El sistema de “acceso mínimo” permitirá importar alrededor de 770 mil toneladas de arroz estadounidense libre de aranceles, y el compromiso se extiende a otras áreas agrícolas y de la automoción. A pesar de la retórica triunfalista en Washington, dentro de Japón persiste cautela sobre el impacto real que tendrá la apertura, tanto para sus agricultores como para la industria automovilística.
Contexto político, negociación e impacto económico…
El anuncio del pacto ha llegado en un momento delicado en Japón, donde la coalición gobernante liderada por Shigeru Ishiba sufría un golpe tras las recientes elecciones al Senado. La debilidad interna del gobierno y la presión arancelaria de los EEUU han condicionado el desenlace de unas negociaciones que en ocasiones han sido tensas. En ellas han estado presentes las amenazas de aranceles del 25% o incluso superiores incitando a que el mercado japonés pudiera reducirse o caer en recesión.
Desde Washington, la Casa Blanca ha insistido en que la estrategia es clara. Imponer primero aranceles o amenazarlos y negociar después desde una posición de fuerza. Estos movimientos se han repetido en las relaciones con socios comerciales del nivel de la Unión Europea, Filipinas, Indonesia, Vietnam o Reino Unido. Todos han recibido comunicaciones similares con fechas límite y amenazas de aranceles en caso de no llegar a acuerdos bilaterales.
Aunque desde el Gobierno estadounidense se defiende que los nuevos ingresos arancelarios ayudarán a reducir el déficit fiscal y que traerán fábricas de vuelta al país, los expertos advierten sobre el posible traslado de los costes a los consumidores de EEUU. Estos podrían ver incrementados los precios de productos importados. Además, institutos japoneses de análisis económico estiman que el impacto del nuevo arancel del 15% podría suponer una contracción del PIB japonés cercana al 0,55% en un año.
Repercusiones en el sector del automóvil yanqui: Ford y General Motors…
El enfoque mostrado por Washington en las negociaciones con Tokio parece estar marcando una hoja de ruta para el resto de sus socios comerciales. Fuentes de Bruselas y otras capitales europeas reconocen que el modelo impuesto a Japón va a reproducirse en sus negociaciones con EEUU. Especialmente ante la proximidad de nuevas fechas límite y la amenaza de aplicar aranceles a partir del 1 de agosto a numerosas economías. En este contexto, la Unión Europea y otros socios han comenzado a diseñar paquetes de medidas para defenderse de lo que consideran actitudes coercitivas por parte de EEUU.
El impacto en los mercados ha sido inmediato, con subidas en el índice Nikkei y una reacción positiva en Toyota, Nissan o Mazda. Desde la perspectiva yanqui, el acuerdo se presenta como una victoria en la recuperación de empleos industriales y el impulso a la producción nacional, aunque sigue existiendo debate político sobre el coste de la estrategia y su legalidad en los tribunales federales. No obstante esta euforia no se ha trasladado a la cotización bursátil de gigantes como General Motors o Ford Motor Company.
Fuente – Automotive News
Imágenes | Mazda – Cadillac – Honda – Ford