Junta de la trócola ¿Existe? ¿Qué es? ¿Lo tiene mi coche?

¿Se te ha roto la junta de la trócola del coche? Hace años que el popular dúo humorista Gomaespuma parodió en un programa radiofónico una conversación en un taller (perdón, centro de asistencia técnica) en la que tras descartar el tapacubos, el mecánico comenta al cliente que la avería proviene de la junta de la trócola.

Lejos de interpretar la situación como una parodia del miedo que el cliente tiene cada vez que deja el coche en un taller, la audiencia se quedó con la gracia de “la junta de trócola”. Ahora me pregunto cuántas personas de la que se reían a carcajadas saben lo que es la trócola.

Qué es una trócola

En un sentido lingüístico puro, una trócola es una polea. Además nos basta con acudir al diccionario de la Real Academia Española para darnos cuenta de que además esta palabra no admite más acepciones.

Trócola o polea

Dejando un poco de lado la definición básica de una palabra, es muy importante valorar también los usos y costumbres. En este sentido podemos descubrir que en el mundo de la automoción se denomina trócola a la junta homocinética que conecta los ejes rígidos propulsores con las ruedas motrices. Dicho de una forma más entendible, podemos entender por junta de trócola a la junta o fuelle del palier, también conocido como guardapolvo. En cualquier caso, habrá que ir por partes para poder explicarlo mejor.

Junta homocinética

La junta homocinética es una clase de unión mecánica entre dos ejes motrices seguidos pero no continuos. El ejemplo más antiguo y sencillo a la vez es el cardán de transmisión que se puede observar en los camiones y que transmite el movimiento desde el cambio hasta el eje trasero.

Detalle del cardán de transmisión de un camión

Gracias al uso de juntas homocinéticas, el movimiento se puede transmitir sin perdidas de velocidad angular entre dos ejes que no necesariamente han de estar alineados.

En un turismo, este tipo de juntas las podemos encontrar entre en el palier y las ruedas. La razón de su presencia es garantizar el movimiento flexible, pero controlado, de la rueda aún cuando sobre ésta actúan fuerzas externas que provienen de la propulsión, de la amortiguación, de la dirección o de cualquier combinación doble e incluso triple de estas fuerzas anteriormente citadas. Si no existiesen las juntas homocinéticas, no habría dirección en el eje motriz de los vehículos.

Existen muchos tipos de juntas homocinéticas que no voy a describir para no entrar en detalles excesivamente técnicos, aunque para que os suenen, si os comento que lo más habitual en los vehículos de hoy día se use una combinación de junta homocinética tipo Glaencer-Spicer en el lado del diferencial y otra tipo Rzeppa en el lado de la rueda. La primera se le conoce también por “la de doble horquilla” y la segunda por “la de bolas”.

Junta homocinética por bolas

Debido a la complejidad en el diseño de estas juntas homocinéticas y a las mayores exigencias de fiabilidad, suavidad y comodidad, este tipo de juntas están siempre protegidas por una funda o fuelle que contiene grasa en su interior para garantizar la continua lubricación de la junta homocinética. Grasas lubricantes para este efecto hay muchas, pero quizás las mejores sean las formuladas a partir de aluminio, por su resistencia a las tensiones y a las altas temperaturas, pero también por su elevada hidrorrepelencia.

Empiezan los problemas…

Practicando una conducción normal, lo más habitual es que las averías en el palier comiencen precisamente con la rotura de la funda o fuelle de la junta homocinética y se pierda la grasa lubricante, momento en el que se empiezan a oír ruidos tan raros como molestos y cuya sonoridad suele ser proporcional a el importe de la factura.

Detalle de un fuelle de palier roto

Si somos rápidos y nos percatamos de que hay manchas de grasa debajo del coche y en una zona muy próxima a las ruedas sí que podemos hacer una pequeña revisión ocular para ver si observamos grasa o simplemente suciedad por la zona. En caso afirmativo podremos llevar el vehículo al servicio de asistencia técnica y la sustitución del fuelle y de la grasa rondará aproximadamente los 150 euros en un turismo medio. Si sabemos hacerlos nosotros mismos, os puedo decir que el recambio cuesta más o menos unos 50 euros y que hay marcas que venden ya un lote completo con el fuelle, la grasa y el pequeño material necesario.

Si no nos damos cuenta y esperemos a que el ruido generado por la falta de lubricación sea audible, reconoceremos el problema por su sonido característico: al iniciar la marcha y/o mantenernos a baja velocidad oiremos un clack-clack-clack muy definido y a intervalos regulares. Llegados a este punto probablemente nos tengamos que enfrentar a la sustitución del palier o semieje de transmisión. No es por asustar, pero el palier delantero del “SUV” compacto más vendido en España tiene un precio de 500 euros, al que habrá que sumar impuestos y mano de obra.

¿Se puede prevenir?

Pues no. En una circulación por carreteras asfaltadas no hay forma de prevenir la rotura de la junta de la trócola ya que ésta se puede deteriorar por el impacto de la gravilla suelta de la vía. Si por el contrario circular a menudo por vías sin asfaltar o practicas una conducción todo terreno sí que sería aconsejable que vigiles frecuentemente el estado de los fuelles para garantizar su integridad y poder adelantarte a revisiones tan costosas como molestas.

En conducción todo terreno sí que conviene revisar el estado de las juntas de las trócolas

Lo que sí te puedo decir es que a partir de ahora ya te podrás reír cuando un amigo te vuelva a contar el chiste de Gomaespuma o saber lo que te espera si el “chiste” te lo cuenta el mecánico.


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