Publibloggers del motor

Décadas de historia de prensa del motor no han servido para nada. Lo digo, a bote pronto, tras leer el atribulado post que Javier Moltó ha escrito en km77. La llegada de las «nuevas tecnologías» vuelve a sacar a la luz, como si fuera un tema nuevo, la relación entre los que fabrican productos de consumo (en este caso, coches) y los que escriben sobre ellos.

Todo el asunto se puede sintetizar en una sola pregunta: ¿quién necesita a quién?

¿Los blogs de motor necesitan una atención especial por parte de los fabricantes? Que yo sepa, el boom de los blogs de coches que se ha producido en estos últimos años ha ocurrido ante la mirada despreocupada (incluso despectiva) de la industria automovilística. A día de hoy, las acciones «informativas» dirigidas a la prensa del motor en papel siguen sin tener nada que ver con las pocas actividades que se han realizado para los que escriben exclusivamente en internet. Y no digamos ya de las campañas publicitarias de uno y otro medio.

¿Los fabricantes necesitan para algo a los blogs del motor? Podríamos suponer que no, dado el escaso interés que les prestan a pesar de habernos convertido casi en una plaga. Aún así, podría resultar interesante efectuar un experimento: aprovechando el «buen rollito» (in)existente en la blogcosa motorística hispana, sería cuestión de ponernos todos de acuerdo y no escribir absolutamente nada sobre un determinado modelo que vaya a salir pronto al mercado o, mejor aún, no mencionar para nada a una determinada marca.

¿Nos castigarían las marcas? ¿Como? ¿Retirando la publicidad? ¿Qué publicidad? ¿Negándonos vehículos de prueba? ¿Qué vehículos de prueba? ¿Impidiendonos acudir a ruedas de prensa? ¿Qué ruedas de prensa?

Los fabricantes se empeñan en hacernos creer que nos hacen un favor al suministrarnos información sobre sus productos, pero en realidad lo que intentan es aprovechar la coyuntura para obtener multitud de posts publicitarios gratuitos. Un auténtico filón, ahora que estamos en época de vacas flacas y los recortes presupuestarios están a la orden del día.

Esperan que anunciemos a bombo y platillo la aparición de cualquier restyling, la puesta a la venta de cualquier serie especial, el más mínimo cambio en los motores,… pero les jode que mencionemos las llamadas a revisión.

Les molesta que critiquemos sus precios, pero les encanta que colgemos el video del último anuncio televisivo que han parido sus expertos en marquetin. Ya se han dado cuenta de que cuanto más chorras, más oportunidades de que circulen por la web (internet es lo que tiene…que no deja de ser un fiel reflejo de la sociedad). Y esa chorrada ha costado muchos miles de €uros, y hay que amortizarlos haciendo llegar el anuncio al mayor número de espectadores, además de repercutirlo en el precio de venta al público del modelo publicitado.

No estamos hablando de algo nuevo, pero sí amplificado por el poder de internet. Es una batalla que lleva librando la prensa automovilística mundial desde hace lustros. Las marcas se ofenden cuando leen algo que no les gusta. Y no dudan en amenazar con medidas de presión.

Recuerdo uno de los casos más sonados de la prensa del motor en España: lo desencadenó el ilustre Arturo de Andrés en una prueba comparativa entre el Peugeot 205 GTI, el Renault Clio 16V y el Ford Fiesta Turbo publicada en la revista Automóvil a principios de la década de los 90.

El párrafo de la discordia estaba redactado en estos términos: «En cuanto al Fiesta Turbo hay que decir claramente que resulta un coche impresentable, en cuanto al bastidor, para los tiempos que corren; incluso diríamos que puede fácilmente resultar peligroso. No es usual hoy en día tener que decir esto de un coche y lo sentimos, pero las cosas son así.» (Podéis leer la prueba completa).

Como era de esperar, Ford España puso el grito en el cielo, amenazó con retirar su publicidad y en no volver a ceder vehículos de pruebas. Hubo un gran revuelo (las revistas españolas obtenían -y obtienen- el grueso de sus ingresos con la publicidad, no con el precio por ejemplar que pagaban los lectores), pero al final Ford tuvo que entrar en razones: era preferible que hablaran de sus coches (aunque fuera mal) antes que desaparecer de las páginas de la revista.

Hechos como este deberían haber zanjado el asunto desde hace mucho tiempo, pero las marcas siguen empecinadas en querer llevar de la mano a los que escriben sobre sus coches, en detrimento del cliente que es, realmente, el que tiene la última palabra (escrita, firmada y avalada por un buen fajo de billetes).

Los fabricantes siguen confundiendo publicidad con información, y, aunque no lo crean, muchos bloggers del motor también. Pero lo que más me duele es que los más viejos del lugar todavía se dejen embaucar y acaben haciéndose, una y otra vez, las mismas preguntas obviando la fundamental: ¿Para quién escriben: para sus lectores, aunque lo hagan gratis, o para los jefes de prensa de grandes y adineradas multinacionales?


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