La expansión de la movilidad eléctrica está llegando a prácticamente todas las ciudades europeas, y con ella surge una duda cada vez más frecuente. ¿Los coches eléctricos suponen un riesgo añadido para quienes se mueven a pie o su menor ruido los convierte en una amenaza silenciosa en pasos de cebra y cruces urbanos? En pleno impulso a la electrificación del parque móvil, esta cuestión preocupa tanto a responsables públicos como a asociaciones de peatones y colectivos de personas con discapacidad visual.
La evidencia disponible apunta en una dirección clara: los vehículos eléctricos no ocasionan más atropellos ni provocan daños más graves que los modelos de gasolina o diésel cuando se comparan en igualdad de condiciones. La clave está en mirar los datos con lupa, teniendo en cuenta la distancia recorrida, la edad del vehículo, el tipo de uso y, cada vez más, el papel de los sistemas de ayuda a la conducción y de los avisos acústicos que la normativa europea ya empieza a exigir.
Qué dicen los datos sobre atropellos y seguridad de los eléctricos…

Una de las investigaciones más detalladas la ha llevado a cabo la Universidad de Leeds, en el Reino Unido, tomando como base la amplia base de datos de seguridad vial STATS19, utilizada por el Departamento de Transporte británico para registrar las colisiones notificadas a la policía. El análisis se centra en los accidentes entre coches y peatones registrados entre 2019 y 2023, un periodo en el que la flota eléctrica ha crecido con fuerza.
En lugar de limitarse a contar atropellos, el equipo investigador calculó las tasas de víctimas por distancia recorrida, lo que permite comparar de forma más justa eléctricos y vehículos de combustión. Teniendo en cuenta cientos de millones de kilómetros recorridos cada año por turismos en el Reino Unido, las cifras resultantes son prácticamente calcadas: 57,8 víctimas peatonales por cada 1.600 millones de kilómetros en el caso de los eléctricos frente a 58,9 en los coches de gasolina o diésel.
Estas diferencias son tan pequeñas que, desde el punto de vista estadístico, se consideran equivalentes entre ambos tipos de motorización. Es decir, una vez se ajusta por el uso real que hacen los conductores, los coches eléctricos no aparecen como más peligrosos para quienes caminan por la calle que los vehículos tradicionales.
El estudio, publicado en la revista Nature Communications, también analizó la gravedad de las lesiones sufridas por los peatones. Pese a que los vehículos eléctricos suelen pesar alrededor de 0,3 toneladas métricas más que sus equivalentes de combustión —el extra de masa que añaden las baterías, parecido a cargar unas cuantas lavadoras en el maletero—, no se observó un aumento significativo de la severidad de los daños en comparación con los coches convencionales.
El peso, el ruido y las ayudas a la conducción: por qué los eléctricos no salen peor parados…

El trabajo analiza también dos temores comunes. El supuesto aumento de atropellos a peatones debido al menor ruido de los eléctricos y la idea de que su mayor peso provoca lesiones más graves. Según Zia Wadud, ninguno de estos temores se ve respaldado por los datos reales. Las tasas de accidentes no muestran patrones distintos entre motores eléctricos y de combustión. Tampoco la severidad de los daños difiere de forma apreciable. Esto sugiere que el motor, por sí solo, no es un factor determinante de riesgo.
Una de las explicaciones del buen desempeño de los eléctricos es su mayor dotación tecnológica. La mayoría de estos vehículos son relativamente nuevos y pertenecen a gamas medias o altas, lo que implica sistemas avanzados de frenada automática, detección de peatones y asistencia de carril. Estas herramientas reducen tanto la probabilidad de impacto como la intensidad de las colisiones. Su presencia más extendida en eléctricos recientes puede equilibrar los posibles inconvenientes del peso extra. Así, la tecnología compensa potenciales debilidades iniciales.
El sistema AVAS, obligatorio desde 2019, añade una capa adicional de seguridad al emitir sonidos que alertan de la presencia del vehículo. Este requisito normativo minimiza el problema del poco ruido a baja velocidad. Además, la combinación de tecnologías de asistencia y señales acústicas hace que las tasas de atropello no superen las de los coches de combustión. Varios expertos sugieren centrar el debate en cuestiones más decisivas, como el diseño urbano, la velocidad o el tamaño del vehículo. La seguridad depende de múltiples factores más allá del tipo de motor.
Híbridos, taxis y SUV: cuando el problema no es solo el tipo de motor…

El estudio distingue entre eléctricos puros e híbridos, una separación relevante porque muchos análisis previos agrupaban ambas categorías. Este matiz permite observar que los híbridos presentan tasas de atropello más elevadas que los eléctricos puros y los coches de combustión. La explicación propuesta se relaciona con su uso intensivo como taxis y vehículos de alquiler urbano. En este tipo de servicio la exposición al tráfico peatonal es mucho mayor. Ello amplifica la probabilidad de colisión sin implicar necesariamente un vehículo más peligroso.
Los híbridos recorren más kilómetros en entornos urbanos densamente poblados, lo que incrementa la interacción con peatones. Este uso intensivo multiplica estadísticamente las posibilidades de accidente, aunque no hace que el vehículo sea más agresivo en caso de impacto. De hecho, los datos muestran que las lesiones suelen ser algo menos graves que en los siniestros con coches convencionales. La presencia de asistentes de seguridad también contribuye a mitigar daños. Por tanto, el riesgo está más ligado al contexto de uso que a la tecnología.
El aumento de SUV de gran tamaño es otro factor que preocupa a los investigadores. Aunque el estudio no se centra solo en ellos, detecta que la gravedad de los atropellos aumenta cuando el vehículo es alto y pesado. El patrón se repite independientemente del tipo de motor, lo que sugiere que el diseño y la masa influyen más en las lesiones que el motor. Por ello, los expertos recomiendan orientar el debate hacia la reducción del tamaño de los vehículos y el control de la velocidad urbana. Estas variables son cruciales para mejorar la seguridad vial.
Cómo influyen los sistemas sonoros en la seguridad de peatones…

La cuestión del ruido que generan los vehículos eléctricos no solo ha llegado a los boletines oficiales, sino también a los laboratorios de acústica de todo el mundo. Por un lado, la reducción del sonido del motor mejora la calidad de vida en los barrios más transitados; por otro, complica que las personas detecten la aproximación de un coche, una moto o un patinete, sobre todo si ya hay mucho ruido ambiental.
Para los colectivos de personas con discapacidad visual, niños y personas mayores, que dependen en gran medida del oído para anticipar el peligro, esta pérdida de referencias sonoras puede convertirse en un problema serio. De ahí que se estén explorando avisos acústicos diseñados específicamente para los eléctricos, buscando un equilibrio entre ser claramente audibles y no convertir las calles en un entorno estridente e incómodo.
En este contexto, varias investigaciones recientes se han fijado en el llamado ruido rosa como posible estándar para los sistemas AVAS. A diferencia del ruido blanco, que reparte la energía de forma uniforme entre todas las frecuencias y suele percibirse como más agresivo, el ruido rosa concentra más energía en las frecuencias graves y medias, lo que hace que el oído humano lo sienta más suave, natural y menos fatigante.
Otros ensayos realizados en entornos controlados y en espacios urbanos reales han comparado diferentes patrones sonoros, onomatopeyas mecánicas y variantes de ruido rosa para evaluar cuál se percibe mejor, cuál transmite más urgencia y qué tipo de señal se distingue con más claridad del ruido de fondo típico de una ciudad.
Por qué el ruido rosa gana puntos como aviso de aproximación…

En pruebas con voluntarios, el ruido rosa tuvo valoraciones especialmente positivas en detectabilidad y comodidad. Su energía concentrada en frecuencias graves y medias lo hace menos estridente que otras señales. Al mismo tiempo, destaca del entorno acústico sin resultar molesto. Esto permite que peatones y ciclistas identifiquen la aproximación de un vehículo con mayor facilidad. La relación entre claridad y suavidad es una de sus principales ventajas. Por ello, gana terreno como estándar potencial.
Otra característica destacada es que ciertos patrones de ruido rosa evocan sutilmente sensaciones mecánicas unidas a un vehículo en movimiento. Este rasgo facilita que el cerebro los interprete rápidamente como señales de tráfico. Las personas que no pueden ver el vehículo reaccionan antes cuando el sonido es intuitivo. La familiaridad acústica acelera la identificación del riesgo. Esto contribuye a mejorar la seguridad sin añadir una carga sonora innecesaria. La evidencia sugiere que este equilibrio es difícil de lograr con otros tipos de señales.
El ruido rosa también resiste mejor la competencia con sonidos urbanos de alta frecuencia, como voces humanas o alertas electrónicas. Esto reduce el riesgo de que el aviso quede enmascarado. En entornos con mucha contaminación acústica, mantener la detectabilidad es fundamental. Los estudios muestran que los participantes percibieron estos avisos en un amplio rango de situaciones. Por ello, los investigadores consideran eficiente este tipo de señal para contextos urbanos complejos. Su versatilidad refuerza su idoneidad como elemento de seguridad.
Hacia estándares sonoros más claros para la movilidad eléctrica en Europa

La normativa europea exige que los vehículos eléctricos lleven sistemas sonoros de alerta, pero deja margen sobre su diseño acústico. Esto genera una gran diversidad de sonidos entre modelos y fabricantes. Ante esta situación, investigadores y organizaciones de accesibilidad proponen establecer criterios más detallados. La idea es adaptar el sonido a cada tipo de vehículo y entorno. Además, se busca que los avisos sean coherentes para facilitar su reconocimiento. Esto permite mejorar la seguridad peatonal.
Una de las propuestas es adoptar el ruido rosa de forma sistemática para coches, motos, bicicletas y patinetes eléctricos. Esta homogeneidad permitiría que peatones de todas las edades identificaran fácilmente cualquier vehículo silencioso. El uso de un lenguaje sonoro común evitaría confusiones en entornos urbanos densos. Además, reduciría la necesidad de múltiples señales distintas, que pueden saturar el ambiente. La claridad acústica y la consistencia mejorarían la convivencia en la vía pública. Esto reforzaría la confianza en los sistemas AVAS.
Para los responsables del estudio, los resultados ofrecen base científica para actualizar las guías técnicas de seguridad. La cuestión no es solo que el vehículo emita un sonido, sino que sea el adecuado y útil. También deben determinarse los rangos de velocidad y situaciones en los que debe activarse. Con el crecimiento del carsharing y las flotas eléctricas, la coherencia sonora se vuelve aún más importante. En conjunto, las investigaciones muestran que los eléctricos pueden ser tan seguros como los coches convencionales. La clave está en el diseño urbano y las herramientas tecnológicas que refuercen su integración.