Prueba Opel Astra GTC 2.0 CDTi Biturbo, diseƱo exterior e interior

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En un espejo gris, Ôspero, deprimente, la sociedad se mira. No hay demasiadas razones para confiar, nos han quitado las ganas de soñar. Crisis, mentiras, guerra, el mundo tras el televisor parece un cuento que nunca debió escribirse, una historia que no apetece leer. Pero, ¿quién dijo que fuéramos espectadores y no actores principales? La solución estÔ dentro de nosotros.

Como encontrar aquellos pequeños detalles que nos sacan una sonrisa, el engranaje que hace mover la maquinaria. Cada coche al que me subo, guarda una esencia, encontrarla y contaros qué me hizo sentir, algo tan simple como sentarme frente al portÔtil y escribir lo que pasa por mi cabeza, se hace tan grande como. Precisamente ese sentimiento, es el que os invito a buscar. El alma de mi próximo invitado parece tener las cosas claras. Entre ellas, la diversión. Viene directo de Rüsshelsheim. Habla alemÔn y le gusta pasarlo bien. Esta semana nos subimos al Opel Astra GTC Biturbo, la sensatez de un OPC.

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”Chapó!

El segmento C no es un jardƭn de flores silvestres. El mercado del compacto se parece mƔs al paisaje al que se enfrentaban los soldados americanos en la pelƭcula En tierra hostil, que a un lugar en el que disfrutar de una suave brisa. La competencia no araƱa, muerde, y el nivel, cada dƭa es mƔs alto.

Muchas de las opciones disponibles cuentan con versiones de tres puertas. Una carrocería sin puertas atrÔs, es sin duda una expresión de deportividad. El problema es cuando el fabricante se limita a borrarlas y dejar una estampa igual, pero con solo dos entradas al habitÔculo. Así, vemos por ejemplo un Seat León SC al que el diseño no le dota de mÔs personalidad que la de su hermano de cinco puertas. Una situación que se repite en el BMW Serie 1.

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La variante ā€œcoupĆ©ā€ del Astra, se lo toma mucho mĆ”s en serio. La estĆ©tica, sobre todo en la zaga, cambia radicalmente. El frontal si guarda prĆ”cticamente las mismas curvas enseƱando unos pilotos en forma de ā€œpico de Ć”guilaā€, una amplia parrilla muy retrasada, y un parachoques mĆ”s agresivo que el de la versión normal.

Es cuando la línea se escapa del morro, cuando empezamos notar las diferencias. Las cosas se empiezan a poner interesantes en el perfil, con una superficie acristalada reducida, y se desmadran en la zaga, con una presencia de las mÔs impetuosas del segmento. Las formas se ven mÔs musculosas, y es que es como si el germano se hubiera colocado dos caparazones a ambos lados. Los pilotos siguen la tónica de los delanteros y, en el caso de la versión que tengo el gusto de conocer, el Biturbo, la doble salida de escape remata el conjunto del mismo modo que un repostero pone la galleta encima de la natilla.

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La apariencia de este Astra GTC entra por los ojos sin necesitar demasiados vistazos. EstÔ muy bien conseguido, y con detalles como el pequeño alerón, o las espectaculares llantas que vienen montadas en esta unidad de prensa, de 20 pulgadas, mÔs grandes que muchas paelleras que he visto, la mirada se hace aún mÔs sencilla.

Ganas y coraje con un pero

Me dan al fin las llaves y pulso el botón que despoja de seguro a las puertas. Me hundo en la butaca del conductor, el puesto es puramente deportivo. Vuelvo a encontrarme en este espacio con el pasional rojo, el mismo color que coloreaba el vestido de nuestro Astra GTC Bitubo. Un rojo mĆ”s oscuro que el del exterior, pero igual de nervioso. El cuero de los asientos, las costuras, las alfombrillas… cualquier lugar parece bueno para enseƱarlo.

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En ese sentido, me gusta que la configuración del habitÔculo no haya creído oportuno pintar de este color el salpicadero. Me encanta la simpleza del negro para el puesto de mando. Aquí encontramos un volante con un grosor propio, y un achatamiento en su parte mÔs baja que no hace mÔs que ensalzar su carÔcter deportivo. MÔs a mi derecha, la famosa consola central del millón de botones. Una abundante botonera que espera su limpieza en la siguiente generación y que se encuadra en una atmósfera que, en general, estÔ bien ordenada.

Dejo el sentido de la vista a un lado tras ver otro detalle de deportividad, la pedalera en acero inoxidable, para dejar tomar parte en la conversación al del tacto. Los materiales parecen disfrutar de bastante calidad. No hay demasiado plÔstico duro, aunque tampoco hay una excesiva participación del blando.

MƔs que suficiente

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Cómodo, amplio en sus plazas delanteras, y confortable en las traseras. Si bien, la plaza del medio lógicamente disfruta de menos desahogo, las de ambos lados son suficientes. No toparas con el techo a no ser que te hayas hinchado a Petit Suisse de niño y, en el caso de que sea así, y seas patilargo, tampoco tendrÔs muchos problemas con tus rodillas. Misma sensación en el maletero, que con 370 litros supone uno de los maleteros mÔs amplios de la competencia. AdemÔs, la boca de carga, pese a ser alta, no es tan estrecha como la mayoría.

El Opel Astra GTC Biturbo enseña una de las estampas mÔs bonitas del mercado. Su carÔcter deportivo gusta, ensalzado en una carrocería de 1.840 mm. de ancho, 4.466 de largo, y 1.482 de alto; mÔs ancha, baja y larga que la de su hermano el cinco puertas. Estas medidas también se agradecen en el interior, un espacio cómodo y no agobiante en su zona retrasada.

Casi 200 CV a punto de salir a galopar

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Pero esto tan solo es cosa de la vista y el tacto. El apellido Biturbo deja entrever que lo que se esconde bajo el capó, puede sacarte una sonrisa multiplicada por dos. Es hora de girar la llave y hacer despertar el motor de 2.0 litros y 195 CV que espera con ansias ponerse a funcionar. No podemos hacerle espera así que no te pierdas mañana la segunda parte de esta prueba


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