La fiebre por los videojuegos de los años 80 vuelve a asomar, esta vez desde Goodwood, con un encargo a medida de un cliente que convierte a un Rolls Royce en un guiño rodante a las recreativas. Llega a escena el exclusivo Rolls Royce Black Badge Ghost Gamer, una pieza única que traduce el lenguaje de los píxeles y el neón a la artesanía de alto lujo.
No es un ejercicio de diseño gratuito. Responde a la demanda de una clientela que colecciona objetos de culto y busca símbolos de nicho personales en su coche, incluso inspirados en juegos de coches de simulación. Rolls Royce sugiere que este Ghost Gamer puede ser el inicio de más encargos inspirados en la cultura del videojuego clásico, siempre bajo el paraguas Bespoke…
Qué propone este encargo Bespoke para dar forma al llamativo Rolls Royce Black Badge Ghost Gamer…
Partiendo del Black Badge Ghost Series II, la marca ha diseñado una estética que reinterpreta los gráficos de 8 bits con materiales nobles y acabados minuciosos. La idea es que cada detalle, desde lo visible hasta lo escondido, funcione como una “búsqueda del tesoro” para el propietario.
Un exterior de neón y píxeles…
El coche luce un tratamiento bicolor exclusivo: Salamanca Blue con parte superior Crystal sobre Black Diamond, un esquema que evoca las máquinas arcade metálicas y luminosas. La clásica coachline incorpora el motivo «Cheeky Alien» pintado a mano, compuesto por 89 píxeles de 3×3 mm, acompañado de una explosión de estética 8‑bit en rosa en un lateral y en amarillo y azul en el opuesto.
Refuerzan el conjunto el Spirit of Ecstasy iluminado y la parrilla Pantheon también retroiluminada, además de pinzas de freno en negro y llantas Black Badge forjadas de 22 pulgadas y siete radios. La puesta en escena es llamativa sin perder la sobriedad propia de la marca.
La cabina, una recreativa con traje de gala…
Dentro, el tema arcade se traduce en tapicería bitono (negro y Casden Tan) con etiquetas Player 1 y Player 2 delante, y Player 3 y Player 4 detrás, todas en tipografía 8 bits. Los reposacabezas suman un bordado «Cheeky Alien» a todo color, manteniendo los 89 «píxeles» por motivo como guiño a los gráficos de mapa de bits. El techo Starlight se transforma en un «Pixel Blaster»: 80 naves de batalla pixeladas en fibra óptica salpican el revestimiento, y la función Shooting Star se ha reprogramado para simular disparos láser. Es un efecto inmersivo que encaja con la ambientación tipo Space Invaders que se respira en la cabina.
Los umbrales iluminados reciben con mensajes de recreativa como «Press Start», «Loading», «Level Up» e «Insert Coin». La zona “Cascada” entre los asientos traseros incorpora incrustaciones de acero inoxidable con dos platillos voladores sobre un fondo estelar pintado a mano, y en el salpicadero se ha replicado, de forma sutil, la estética de escenarios tipo «Laser Base» de los primeros videojuegos. La marca confirma que hay “easter eggs” escondidos en la mesa de picnic trasera y en la cara oculta de una salida de ventilación delantera.
Motor y dinámica: discreción con músculo…
La mecánica se mantiene intacta: V12 6.75 biturbo con 600 CV y 900 Nm, asociado a un cambio automático con el modo «Low» propio de los Black Badge, que afina el carácter del escape y agiliza el paso de marchas. No busca ser deportivo al uso; su papel es el de una berlina de gran lujo con respuesta contundente y aplomo.
Precio, disponibilidad y a qué cliente va dirigido…
Rolls Royce no facilita precio para este encargo específico, aunque el Black Badge Ghost supera los 400.000 € en Europa antes de cualquier personalización. La unidad ha sido creada para un empresario del sector tecnológico, perfil que encaja con la tendencia de nuevos coleccionistas que reclaman códigos culturales propios, sin renunciar a la artesanía de Goodwood.
La marca inglesa admite que licencias y derechos limitan homenajes a personajes concretos, pero el enfoque elegido (iconografía genérica de 8 bits, mensajes de arcade y luminotecnia a medida) permite un guiño rotundo a la cultura retro sin caer en la literalidad. Si la acogida es buena, no sería extraño ver más interpretaciones Bespoke con el videojuego clásico como hilo conductor.
El Ghost Gamer cristaliza hasta qué punto el programa Bespoke puede hilar fino. Píxeles, neón y lujo viven sin estridencias en un Ghost que no modifica su mecánica, pero sí eleva la narrativa visual y sensorial para quienes vivieron (y hoy pueden permitirse) la era dorada de las recreativas.
Fuente – Rolls Royce
Imágenes | Rolls Royce
