En pocas semanas, los conductores españoles tendrán que despedirse de los clásicos triángulos de emergencia y acostumbrarse a un nuevo actor en la carretera: la baliza V16 conectada. Este pequeño dispositivo luminoso se convertirá desde el 1 de enero de 2026 en la única forma legal de señalizar un vehículo inmovilizado en vías interurbanas, según la Dirección General de Tráfico (DGT).
La transición no llega exenta de dudas y recelos. A medida que se acerca la fecha, han crecido las preguntas sobre si la V16 permitirá un control excesivo de los movimientos de los conductores o si detrás del cambio hay un negocio multimillonario. Sus propios creadores, Jorge Torre y Jorge Juan Costas, dos guardias civiles gallegos que idearon la baliza, han salido al paso para intentar zanjar el debate: afirman que el objetivo es reducir atropellos y mejorar la seguridad vial, no vigilar ni hacerse ricos.
Adiós al triángulo de emergencia: cómo funciona la V16…

Hasta ahora, ante una avería o accidente, el protocolo era muy claro. Ponerse el chaleco reflectante, bajar del coche y colocar dos triángulos de preseñalización a la distancia reglamentaria. Ese trayecto a pie por el arcén, muchas veces con mala visibilidad o climatología adversa, exponía al conductor a un riesgo nada desdeñable de atropello.
Con la nueva normativa, el procedimiento cambia por completo. En caso de incidencia, el conductor deberá coger la baliza V16, que debe ir guardada en un lugar accesible como la guantera, activarla desde el interior y situarla en el techo del vehículo asomando solo el brazo por la ventanilla. El aparato, de color amarillo, emite una luz intermitente de alta intensidad visible a 360 grados y con autonomía mínima de 30 minutos, de manera que el resto de usuarios identifican rápidamente que hay un coche detenido en la vía.
La DGT lleva meses defendiendo que esta sustitución persigue un objetivo claro: evitar que los conductores tengan que bajarse del coche en autopistas y carreteras de alta capacidad. Muchos de los fallecidos en este tipo de vías no iban en vehículos en marcha, sino que habían salido a colocar o recoger los triángulos. Con la V16, Tráfico pretende reducir ese tipo de siniestros.
Conectada a la DGT 3.0: para qué se usa realmente la ubicación…

La gran novedad respecto a los triángulos es la conectividad obligatoria de la baliza. Cuando se activa, la V16 se enlaza con la plataforma DGT 3.0 y envía la ubicación del vehículo inmovilizado. Esa información se puede mostrar en paneles de mensaje variable, en aplicaciones de navegación y en sistemas de a bordo de otros coches, de modo que los conductores sean avisados con antelación de la incidencia en la vía.
Este salto tecnológico, sin embargo, ha generado suspicacias. Parte de los usuarios teme que esta conexión suponga, en la práctica, una forma de rastrear de manera permanente a los conductores. Frente a estas dudas, la DGT ha difundido mensajes en sus canales oficiales recordando que la baliza no envía datos personales, ni registra velocidad, ni trayectorias de circulación: únicamente transmite la localización del vehículo en el momento en que se enciende como señal de emergencia.
El propio organismo de tráfico subraya que las comunicaciones que realiza la V16 son anónimas. La normativa exige que en el embalaje del dispositivo se indique expresamente el “anonimato de todas las comunicaciones”, y la DGT certifica que los modelos conectados que se comercializan cumplen ese requisito técnico y legal.
«No nos van a controlar»: la réplica de los creadores de la V16…

Ante el temor a un posible control masivo, los inventores de la baliza han querido ser tajantes. Jorge Torre y Jorge Juan Costas aseguran que cualquier intento de convertir la V16 en una herramienta de seguimiento continuo sería, además de inviable, claramente ilegal. «Si un fabricante tratara de usar las balizas para saber dónde estás o cómo circulas, le retirarían la certificación de inmediato», explican.
Según detallan, la tecnología y la regulación van de la mano: tanto por normativa como por diseño técnico, es imposible utilizar el dispositivo para un rastreo permanente. La baliza solo está preparada para enviar una señal en caso de activación, y si alguien tratase de modificarla para otro propósito, quedaría fuera de la homologación y podría incurrir en un delito, insisten.
A quienes siguen viendo en la V16 una amenaza para su privacidad, los creadores lanzan un mensaje directo. Recuerdan que basta con retirar las pilas para que el aparato quede totalmente inutilizado y sin capacidad de emitir señal alguna. Y añaden que, si de vigilancia se trata, hay otros dispositivos mucho más intrusivos en el día a día.
Móviles, asistentes de voz y coches conectados: la otra cara del debate…

Costas y Torre señalan que, en comparación con la V16, la vida digital actual deja un rastro mucho más intenso. Mencionan que quien de verdad tema ser espiado debería empezar por dejar el teléfono móvil en casa, limitar el uso de redes sociales o prescindir de asistentes de voz como Alexa y relojes inteligentes, que recogen datos de forma constante.
Los inventores también recuerdan que los vehículos modernos incorporan ya tarjetas SIM y sistemas de comunicación con el fabricante, lo que configura un entorno de conectividad continua al margen de la baliza. En ese contexto, recalcan que la DGT valoró distintas soluciones técnicas para la preseñalización de peligro y optó por la V16 conectada precisamente porque no depende del móvil del usuario y ofrece un mayor control sobre la protección de datos.
Su mensaje es claro: la baliza fue ideada como una herramienta para salvar vidas en la carretera, no como un instrumento de vigilancia. Por eso piden a los conductores que no le tengan “miedo” y que la vean como lo que es, una medida de seguridad adicional en situaciones de riesgo.
Negocio modesto, no operación millonaria…

Otra sospecha que se ha extendido conforme se acerca la fecha de entrada en vigor es que la V16 responda a un gran interés económico y que sus creadores se vayan a enriquecer gracias a la obligación de llevarla en el coche. Torre y Costas rebajan drásticamente esas expectativas y aseguran que no se trata de un “pelotazo”.
Ambos explican que, tras coincidir en la Guardia Civil y abandonar posteriormente el cuerpo por motivos personales, atravesaron una etapa económicamente complicada. La idea de la baliza surgió en ese contexto, pero su implementación no les ha convertido en magnates. Señalan que sus ingresos actuales “son algo superiores a los de su sueldo como guardias civiles”, lejos de las cifras que algunos imaginan.
Con este argumento buscan desmontar la narrativa de un negocio desproporcionado, insistiendo en que el enfoque del proyecto siempre ha sido la seguridad vial. El hecho de que la medida afecte a millones de vehículos no implica, subrayan, que el beneficio individual sea desorbitado, especialmente si se tiene en cuenta la competencia entre fabricantes y los costes de desarrollo, certificación y distribución.
Qué pasa con las balizas no conectadas y la polémica por el fraude…

El despliegue de la nueva V16 también ha levantado ampollas en el ámbito del consumo. La organización Facua-Consumidores en Acción ha denunciado que se están vendiendo balizas con el sello “Homologada por la DGT” sin dejar claro en su etiquetado o publicidad que carecen de conectividad y, por tanto, dejarán de ser válidas a partir de enero de 2026.
Facua considera que muchos conductores han adquirido en los últimos meses dispositivos supuestamente “homologados” sin recibir una información clara, visible y suficiente sobre su fecha de caducidad normativa. A su juicio, esto configura un “fraude masivo”, ya que se induce al error al consumidor sobre una característica esencial del producto: su compatibilidad con la obligación de conexión a la plataforma DGT 3.0.
La asociación anima a quienes hayan comprado este año una baliza presentada como homologada, pero sin advertencia sobre la falta de conectividad, a reclamar la devolución del dinero. Además, insta a denunciar estas prácticas ante la Dirección General de Consumo y otros organismos competentes para que se incoen expedientes sancionadores contra fabricantes y distribuidores que, según sostienen, están vulnerando la normativa de defensa de consumidores y la regulación específica de las V16.
En sus críticas, Facua reprocha a la DGT que haya permitido la comercialización de estos modelos con una información claramente insuficiente, generando confusión y perjuicios económicos. Entiende que Tráfico debería haber rastreado el mercado, obligado a aclarar el etiquetado o incluso retirado determinados productos, en lugar de, en palabras de la organización, “anteponer los intereses de los fabricantes a los de los consumidores”.
Obligaciones para el conductor a partir de 2026…

Los conductores deberán asegurarse de que la baliza V16 instalada en su vehículo cumpla las nuevas exigencias técnicas y de conectividad establecidas por la DGT. No bastará con referencias genéricas de homologación: será imprescindible comprobar que el dispositivo es compatible con la plataforma DGT 3.0. Solo así seguirá siendo válido más allá del periodo transitorio. La normativa pretende garantizar que todas las balizas transmitan avisos fiables y en tiempo real. Con ello se unifica el estándar de seguridad en carretera.
En caso de avería o accidente, el conductor deberá activar la V16 y colocarla sobre el techo del vehículo, preferiblemente sin salir del interior. El objetivo es evitar desplazamientos por la calzada que puedan poner en riesgo su integridad. Los triángulos dejarán de ser un sistema oficial de preseñalización, por lo que no sustituirán la obligación de llevar una baliza conectada. Este cambio implica adaptar hábitos y equipamiento. La V16 pasa a ser el único dispositivo reconocido para alertar al resto del tráfico.
La DGT defiende que esta transición reducirá atropellos y facilitará la gestión del tráfico gracias a la información inmediata enviada a paneles y navegadores. El aviso temprano permitirá a otros conductores anticiparse y minimizar colisiones secundarias. De fondo, el debate combina seguridad vial, tecnología y protección al consumidor ante productos confusos o caducos. Sus fabricantes subrayan que la baliza no sirve para vigilar, sino para salvar vidas. Mientras, asociaciones como Facua reclaman que la información al usuario sea tan clara como la luz ámbar que sustituirá a los triángulos en 2026.