Muchos conductores se preguntan a menudo por qué la velocidad que indica el velocímetro del coche no coincide exactamente con la que señala el GPS. Esta discrepancia ha llamado la atención de quienes buscan circular dentro de los límites legales y comprender cómo se miden realmente los kilómetros por hora que marca el cuadro de instrumentos.
Puede parecer un detalle menor, pero la diferencia entre la velocidad real del vehículo y la que muestra el velocímetro tiene consecuencias prácticas. Sobre todo si queremos evitar sanciones de tráfico o simplemente saber a qué ritmo nos desplazamos en realidad. Toma nota de las claves para que sepas cómo funciona el velocímetro de tu coche…
El velocímetro, ¿por qué muestra más velocidad de la que llevamos?
La razón principal está en la legislación de la Unión Europea, que exige que los velocímetros de los coches tengan incorporado siempre un margen de error. Según la ley, el velocímetro puede indicar hasta un 10% más de la velocidad real, sumando además 4 km/h adicionales. Es decir, si el coche marca 100 km/h, la velocidad verdadera podría ser unos kilómetros por hora menor, unos 95 km/h. El margen está pensado para que los conductores tengan siempre un pequeño colchón de seguridad y, en ningún caso, se dé una lectura inferior a la velocidad real.
Esto significa que el velocímetro nunca indicará menos de lo que realmente circulamos y, normalmente, veremos cifras algo infladas respecto a la realidad. Esta política busca proteger a los conductores de sanciones por pequeños descuidos y garantizar que no se circula por encima de los límites legales sin darse cuenta.
Diferencia entre velocímetro y GPS: ¿cuál es más preciso?
Cuando usamos un dispositivo GPS independiente del vehículo, la velocidad que muestra suele ser más baja que la del velocímetro. La precisión del GPS se debe a que calcula la velocidad a partir de la posición real del coche, utilizando satélites para determinar exactamente la distancia recorrida en un periodo de tiempo determinado. De este modo, el GPS no está condicionado por el margen de error impuesto a los velocímetros.
Por el contrario, el velocímetro del coche se basa en un sistema mecánico o electrónico conectado a las ruedas o la transmisión y, por exigencias legales, su cálculo debe asegurarse de nunca quedarse por debajo de la velocidad real, pero sí puede pasarse de más. Por eso la mayoría de las veces, la velocidad mostrada por el GPS es más fiel a la realidad que la del cuadro del coche.
¿Cuál es la diferencia más habitual entre ambos sistemas?
La diferencia que vemos entre lo que marca el velocímetro y lo que señala el GPS suele fluctuar entre 2 y 8 km/h, dependiendo del modelo del coche, el estado de los neumáticos y la velocidad a la que se va. Si las ruedas están más gastadas o si se han instalado neumáticos de un tamaño distinto al original, la desviación puede ser todavía mayor.
Esto explica por qué algunos conductores notan que al circular a la velocidad máxima permitida según el velocímetro, el GPS les indica que en realidad van un poco más despacio. Es una diferencia que, en la mayoría de casos, no supone problema alguno pero que es importante tener en cuenta en situaciones donde apurar el límite legal pueda acarrear multas indeseadas.
¿Por qué existe esta regulación?
La intención detrás de esta normativa es clara: la seguridad vial. El hecho de que el velocímetro tienda al alza reduce la probabilidad de superar los límites de velocidad sin advertirlo, una circunstancia que, según datos de la DGT, está relacionada con una parte notable de los accidentes con víctimas en carretera. Así, se evita el riesgo de confiarse demasiado y se cumple de forma más estricta con las normas.
Es importante entender que el margen de error en los velocímetro está pensado para proteger a los conductores y reducir accidentes, aunque a veces pueda parecer que la medición no es exacta. Conocer cómo funcionan ambos sistemas y saber interpretar la información que ofrecen puede ayudar a cualquier conductor a circular con mayor seguridad y tranquilidad. La pequeña diferencia entre ambos datos es consecuencia de una regulación europea pensada para proteger a los usuarios de la carretera y, aunque a veces resulte molesta, cumple un importante papel en la prevención de accidentes y sanciones.