Prueba Opel Cabrio 1.6 Turbo, diseƱo exterior e interior

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Desde que el hombre es hombre, el deseo de descubrir le ha perseguido cual mosca ā€œcojoneraā€. Volar, tocar las nubes, nos acercaba a ese universo que tanto ansiamos conocer. El cielo nos ha atraĆ­do y nos atraerĆ” eternamente. Las construcciones, con sus rascacielos, o en el caso de las religiones, con altas catedrales, nos ha acercado un metro mĆ”s a nuestra pasión o al dios venerado. QuizĆ”s por eso conocemos mĆ”s del espacio que de las profundidades marinas.

Dejar el cielo como techo es sin duda un gozo que a cualquier conductor le gusta saborear. El aire penetrando en tu piel, la brisa enredÔndose en tu pelo mientras conduces es un plan al que cuesta encontrarle pegas. El periodo estival parece despertar aún mÔs las ansias por olvidarnos de la oscuridad y ver el sol brillando o la luna encima de nuestros hombros. En ActualidadMotor te proponemos un compañero de viaje que puede regalarte estas sensaciones. Venido desde Alemania guarda un apellido que poco deja a la imaginación. Esta semana probamos el Opel Cabrio 1.6 Turbo de 170CV, la piedra preciosa de Rüsselsheim.

Con buen pie desde la primera zancada

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Llevaba varios meses detrÔs de él. Recuerdo la primera vez que lo vi, aún no sabíamos ni su apellido definitivo. Las primeras fotos que desvelaban su silueta final dejaban en mis ojos un coche poderosamente atractivo. No me considero amante de los descapotables, pero sí de la belleza y éste, parecía saber jugar con ella.

Antes de mi primer encuentro visual con el Opel Cabrio, mi mentalidad era muy sencilla con Opel y sus convertibles. No podrƭa deciros que consideraba al Astra Cabrio feo, pero despertaba en mƭ el mismo interƩs que tengo en el punto de cruz. Partiendo de su hermano compacto, y no teniendo este una imagen demasiado acertada, al contrario que la que enseƱa el actual, el resultado evocaba en mƭ demasiadas dudas. Siendo asƭ, no esperaba con zozobra que se aventuraran de nuevo a destapar uno de sus modelos.

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Pero allĆ­ estaba… con unos nervios impropios. Ni era el primer coche de prueba al que me iba a subir, ni tampoco era la primera vez que pisaba el cuartel general de Opel EspaƱa. QuizĆ”s esa inquietud era producida por unas ansias enormes de que el Opel Cabrio no me decepcionara. Ascensor, garaje… el tiempo ahora se ponĆ­a a cero, habĆ­a llegado la hora.

Ni si quiera un Chevrolet Camaro que reposaba a escasos metros de él, me distraían de mi objetivo. Verde oscuro para la carrocería, y marrón para la capota. No era un verde aceituna, y tampoco un marrón chocolate. Lo que si había era mucho cromado. Un tono que hacía brillar la línea de cintura que recorría todo el exterior del habitÔculo otorgÔndole una elegancia que pocas veces había visto en un miembro de la compañía del rayo.

Ni Astra ni Insignia

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Era diferente. Ni Astra ni Insignia, el Opel Cabrio iba por libre. Desde mi cómodo sillón de estudio recuerdo a las personas que se paraban junto al coche, (ni una, ni dos, ni cinco) y me preguntaban: Insignia ¿verdad? La estética del descapotable alemÔn llevaba inspiración de ambos, pero no era una copia de ninguno.

Frontal ancho, con los ópticos conocidos en el compacto pero mÔs afilados, mÔs estilizados, similares a los del GTC. La parrilla, igualmente, ganaba en dimensiones, igual que la parte mÔs cercana al suelo del parachoques, con unas formas mÔs deportivas. La luna delantera enseñaba una inclinación extrema, y es que su altura es de apenas 1,44 metros.

El perfil agudizaba tambiĆ©n sus encantos, con unos pasos de rueda acentuados, y una superficie acristalada mĆ­nima. Al llegar a la zaga, mi vista encuadraba la franja en color plata que exhibĆ­a el emblema del rayo en el centro y dividĆ­a la parte trasera de piloto a piloto. Ɖstos contaban con tecnologĆ­a LED, del mismo modo que los delanteros, manteniendo unas formas mĆ”s delicadas. Y es que el resto destacaba por su limpieza, quedando el difusor, con la salida de escape ovalada, como el remate del conjunto con permiso de las llantas de 18 pulgadas que decoraban las ruedas.

Seductor por fuera y porĀ dentro

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Los cuatro intermitentes emitiendo una rƔfaga de luz declaraban que el acceso al habitƔculo estaba libre de seguros. Solo me separaba la enorme puerta que ya habrƭa con premura. El mismo impacto visual que habƭa logrado el exterior hacƭa tan solo unos minutos, conseguƭa el interior nada mƔs reposar mi trasero en la butaca del conductor. Sin duda, no estaba subido a uno mƔs de la familia.

Y era fÔcil darse cuenta por el empeño con el que se ha trabajado este espacio. Veía el mismo volante deportivo con el que pude jugar cuando probé el Astra GTC Biturbo, y veía también la misma consola central de infinita botonera. Pero las sensaciones, eran diferentes. El cuero era protagonista indiscutible, que en esta unida de prensa en particular, se coloreaba a base de tonos crema y negro, una combinación que transmitía elegancia en cada rincón.

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Los asientos se amarraban a mi espalda, enseñÔndome un diseño original. La posición en la que me aguantaban, era deportiva, y bastante cómoda. AdemÔs, en esta ocasión, venían provistos de ajuste electrónico. Los remates de las puertas estaban cubiertos nuevamente de piel en color marrón claro, algunas esquinas lucían plateado o un negro brillante, y el selector de cambios de la transmisión automÔtica, se conformaba con enseñar la misma palanca que vemos en los que disponen de caja manual. Un detalle que yo hubiera cuidado mÔs.

En general, el Opel Cabrio podía sacar pecho del resultado final de su salpicadero. PlÔstico blanco en las zonas mÔs elevadas, y duro en las mÔs retrasadas. No se libraba de algún crujido en el túnel de transmisión, y, por supuesto, de la crítica a su desmesurado número de botones. Un espacio recargado que ya vemos desahogado en la nueva generación del Insignia y que, con seguridad, se trasladarÔ al resto de modelos.

MƔs de lo esperado

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Me encontraba en el asiento del conductor con todas las ganas de girar la llave y de, mÔs aún, ver el precioso azul que esa mañana tintaba el cielo. Pero antes, debía hacer una visita a las plazas traseras. El espacio en las de delante, me había parecido suficiente, pero este coche homologaba cuatro, y tenía el deber de descubrir si verdaderamente podía viajar alguien en esos dos asientos, o se trataba de toda una broma.

Lo cierto es que, para ser un descapotable, no suponía una tortura china sentarse en las filas de detrÔs. El acceso a ellas era, como en la mayoría de tres puertas, algo que se realizaba con algún tropezón, pero una vez ubicado, las sensaciones no eran malas. Siempre que no superaras el metro ochenta, tu cabeza no sufriría de tortícolis y tus rodillas no pegarían con el asiento de delante. En mi caso, no estaba como en el sofÔ de mi casa pero había encontrado mÔs de lo que me esperaba. Y es que el Opel Cabrio declara casi 4,7 metros (4.696 mm.), y parece que había aprovechado cada centímetro.

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Donde sí me las veía y me las deseaba era en su maletero. 380 litros de capacidad era lo que me ofrecía, que se convertía en 280 con la capota guardada. Parece que la habitabilidad de su habitÔculo se había tragado su baúl. Pero no me malinterpretéis, no era un número malo, aunque quizÔs podrían haber arañado algo mÔs viendo la longitud de la que disponía.

MaƱana 170 CV con el cielo como techo

Subido al Opel Cabrio sentía que estaba en uno de los coches mÔs bonitos que me disponía a conducir. El paseo por su exterior confirmaba mis sospechas. Y la calidad del interior, ponía mÔs interesante la prueba. Pero aún no había hecho mÔs que empezar. Debía hacer sonar el motor 1.6 Turbo de 170 CV que se escondía a pocos centímetros de mis pies. ¿Qué me estaba esperando? SerÔ mañana cuando continuemos con la prueba de este precioso descapotable.


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