Estamos en 1989. El Porsche 911 ha dejado de ser un deportivo alemán para comenzar a ganarse el título de icono, y es precisamente en este instante cuando sienta todas las bases. La tercerageneración (964) llegaba cargada de novedades entre las que hay que destacar la tracción total.
Es desde este momento que la gama Porsche 911 toma forma hasta nuestros días, quizás el cambio más radical en su historia. Sí, mantenía las formas, seguía siendo un 911, y nada más, a pesar de que montaba un 85% de piezas nuevas respecto a la generación saliente. Seguimos nuestro especial repaso, y toca conocer al más desconocido de toda la saga.
El 911 abandonaba en cierto modo ese aspecto de coche rudo que lucía desde mediados de los 60, se estilizaba, se suavizaba. Exteriormente estrenaba nuevo diseño de paragolpes, mejor integrados y más modernos, dejando atrás aquellos de fuelle. El habitáculo se alejaba de lo espartano y se acogía al lujo, al confort. Los gentleman alzaban la mirada en dirección al 911.
Volvían las tres carrocerías que había dispuesto la anterior generación: Coupé, Cabriolet y Targa. Este último sería el fin de su especie, pues las generaciones venideras cambiaban el techo desmontable por un cristal deslizante bajo la luneta. Perderíamos un icono dentro del propio icono.
Bajo el capó se escondía un motor bóxer de 6 cilindros y 3.6 litros con una potencia de 250 caballos. Cifras más que suficientes para alcanzar los 100 km/h desde parado en 5,7 segundos y sobrepasar los 250 km/h. También se ofreció por primera vez un cambio automático secuencial, el Tiptronic de 4 velocidades utilizado también por Audi. No era un cambio precisamente rápido o fiable, pero era una opción más en la gama junto al cambio manual de 5 velocidades.