Ocurre que cada vez que pensamos en un coche eléctrico se nos viene a la cabeza “cero emisiones de CO2”, pero eso no es ni de cerca cierto. Es posible que cuando el coche ruede por las calles y carreteras no se esté desprendiendo dióxido de carbono a través de un sistema de escape de un motor de combustión interna, pero ¿os habéis detenido a pensar cómo se mueven las industrias que ensamblan los coches o como es generada la electricidad con la que cargas un Tesla en lo que llegas a casa o a la oficina?
Si que habrá una ínfima minoría de personas que tengan su propia granja de celdas solares o un aerogenerador en casa con el que cargan su coche, pero la gran mayoría de quienes optan por comprar un coche eléctrico van a ser surtidos de electricidad generada por combustibles fósiles ¿eso no es -indirectamente- generar CO2 por desplazarte en un coche?
En un estudio hecho en Australia, se determinó que el pequeño coche eléctrico Mitsubishi i-MiEV, produce tanto CO2 como un coche de tamaño medio en la región de Victoria.
En esas cifras, está casi equiparada la emisión de CO2 de un Lamborghini con motor V10 con un Tesla Roadster totalmente eléctrico.
La generación de la electricidad para una recarga del Tesla válida para 340 kilómetros de recorrido arroja a la atmosfera 316 gramos de CO2 por cada kilómetro, mientras que un Lamborghini Gallardo contamina a razón de 325 g/km de CO2 por kilómetro consumiendo 13,7 litros cada 100 kilómetros
Esto nos hace pensar que para que un coche sea realmente ecológico debemos saber de dónde viene la electricidad que consumimos, y si el aumento de la flota hibrida y eléctrica no va de la mano con una sustitución de la generación de electricidad contaminante por electricidad “verde” no estamos haciendo realmente nada por el planeta.