Funcionamiento de los espejos retrovisores fotosensibles

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No hay nada más molesto en la conducción nocturna que el hecho de ser deslumbrado. Además también resulta peligroso al perder parte de la capacidad de visión. Este problema se va subsanando poco a poco con la incorporación de espejos fotosensibles en los coches, que se oscurecen de forma automática, sin que sea necesario accionar la pequeña palanca del restro de retrovisores convencionales.

Cada vez más modelos ofrecen este equipamiento, si no es de serie, aunque sea en los acabados más completos, lo hacen como opción. La labor de estos espejos fotosensibles es sencilla pero muy útil. Oscurecen progresivamente el cristal cuando detectan una intensidad de luz que pueda deslumbrar al conductor.

Así funciona un espejo electrocrómico

Espejo fotosensible Audi A7 Sportback

El pequeño cuadradito de la carcasa del retrovisor es el sensor

Los espejos fotosensibles se componen de cuatro capas, dos láminas de cristal, entre las que hay un electrolito y una capa reflectante, que es la que hace la función del espejo. A cada lado de la carcasa del retrovisor tienen unos fotosensores que miden la cantidad de luz por delante y por detrás del espejo. Cuando estos fotosensores detectan una mayor intensidad lumínica por la parte frontal del espejo (es decir, por detrás nuestro la luz es más potente que por delante) que por la trasera, el sistema electrónico aplica una determinada tensión eléctrica al electrolito que hay entre los dos cristales. Esta tensión lo que hace es oscurecer el electrolito en mayor o menor medida en función de la tensión aplicada. Al oscurecerse el electrolito, la imagen reflejada en el espejo pierde intensidad, como si nos pusiésemos unas gafas de sol.

Una forma de comprobar que el espejo funcione consiste en tapar con el dedo el sensor posterior, el que mira hacia delante del coche. En muchos casos la electrónica ya detectará la diferencia de luz. De no ser así, bastaría con iluminar el sensor frontal con una luz, para comprobar que, en efecto, el cristal se oscurece. Con esto simulamos que estamos circulando de noche y con un coche que nos sigue nos deslumbra con sus luces.

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También es cada vez más habitual, en coches de gama media-alta o alta, que los retrovisores exteriores sean también fotosensibles. En estos casos, suelen ir comandados por los sensores del espejo interior, oscureciéndose todos al mismo tiempo. En la imagen superior vemos una línea que delimita la parte electrocrómica.

Como todo, un espejo fotosensible tiene algunas desventajas, como un mayor coste en la adquisición del vehículos y un repuesto más caro a la hora de necesitar un reemplazo. Si hacemos presión con los dedos en el cristal con demasiada fuerza, podríamos causar una rotura y una fuga del electrolito que inutilizaría la función antideslumbrante. Aún así es un peaje que merece la pena pagar por una conducción nocturna más confortable y segura.


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