Antiguamente no existían tantas comodidades en los coches como las que nos podemos encontrar hoy en día. Aún recuerdo los coches sin aire acondicionado, ventanillas a manivela, sin cinturones en los asientos traseros e incluso sin dirección asistida.
Hace años, no tener dirección asistida significaba que, a la hora de aparcar, tenías que sufrir bastante para girar el volante. De hecho, seguro que más de uno tenía un brazo fuerte de tanto tener que girar el volante.
Afortunadamente los tiempos cambian y hoy en día podemos disfrutar de muchas comodidades que antes no existían. Por ejemplo, la dirección asistida, que nos ha facilitado mucho la conducción y también algunas tareas cotidianas como aparcar el coche.
La dirección asistida nos permite girar el volante sin necesidad de realizar un gran esfuerzo. Para conseguirlo, el sistema equipa una bomba de dirección que se mueve gracias a la correa de accesorios de nuestro coche.
La bomba de dirección está conectada a la cremallera de dirección por medio de unos tubos por los que circula líquido en su interior. Este líquido, llamado líquido de dirección, es el que nos facilita en gran medida la tarea de girar el volante.
Al hacer fuerza sobre el volante, el líquido de dirección se introduce en el interior de la cremallera y nos permite girar el volante de una forma muy sencilla y rápida.
En algunos vehículos nos podemos encontrar con otro tipo de dirección asistida, en este caso eléctrica. La dirección asistida eléctrica funciona de forma más suave y lo hace gracias a un motor eléctrico en vez de la bomba de dirección. El motor eléctrico nos ayuda a girar el volante para que no sea necesario hacer ningún esfuerzo por nuestra parte.
Por último también hay que hablar de la dirección asistida variable. Este tipo de dirección asistida se endurece o se ablanda dependiendo de varias circunstancias. De este modo, en carretera y a alta velocidad la dirección se vuelve más dura, mientras que para aparcar o callejear, la dirección se vuelve mucho más blanda y manejable.