Tras unos días conviviendo con el Citroën DS3 Cabrio toca despedirnos de el. Nos deja buen sabor de boca y sólo vemos dos puntos mejorables. No resulta barato, menos aún para los tiempos que corren, pero como todo en este mundo, tiene su nicho y es uno de los productos más interesantes que se ofrecen dentro de él.
Resulta práctico para el día a día en ciudad por unas dimensiones comedidas y una buena habitabilidad, teniendo en cuenta que es un segmento B de dos puertas. La única pega de utilidad la encontramos en un maletero con una pequeña boca de carga. Será útil siempre y cuando no vayamos a cargar cosas voluminosas (para hacer la compra basta), pero no resulta muy cómoda tampoco. En el resto de vías muestra gran aplomo y no da sensación de coche pequeño.
La otra pega es achacable al cambio manual pilotado, que no resulta todo lo suave que nos gustaría, aunque en el día a día uno acaba acostumbrándose, lo que no quita que haya opciones de cambio automáticos muy superiores en el mercado.
A destacar en la versión diésel el buen funcionamiento del motor, que no necesita más potencia y sus ajustados consumos en cualquier tipo de ciclo. Me ha dejado un muy buen sabor de boca y lo consideraría una opción a compra dentro de un segmento B un poco especial. Sólo me decantaría por un DS3 cerrado por el maletero, porque me encanta el llevar el cielo como techo. Probablemente el diésel sea el más vendido en nuestro mercado, aunque las mecánicas gasolina resultan interesantes.