Prueba BMW Z4 sDrive35is, sensaciones a cielo descubierto

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Una tarde de verano malagueña, con un sol de justicia y con el mercurio acercándose peligrosamente a la barrera de los 40 grados, un servidor no se encuentra en la playa de la misericordia como cabría esperar. Tengo un plan en mente mejor para disfrutar de este caluroso día, un plan que comienza en una terraza de una venta situada en los montes de Málaga. Desde ahí, y a la sombra, disfruto cerveza en mano, sin alcohol, de las vistas que me proporciona el invitado de la prueba de esta semana, un invitado que, como no podía ser de otro modo, llega desde Alemania: el BMW Z4 sDrive35is, el modelo más potente de la gama.

Las líneas de este roadster alemán me tienen encandilado, tanto que llevo un buen rato mirando detenidamente cada centímetro de su pequeña pero preciosa carrocería. Sin duda, las disposición clásica de sus órganos mecánicos y su condición de biplaza le otorgan unas proporciones épicas que hacen girar cabezas allá por donde vaya, y sino… lo hará el sonido que emana la doble salida de escape, un sonido que se cuece a fuego rápido en unas calderas muy especiales. Bajo el inmenso y esculpido capó que domina todo el conjunto, se esconde un bloque de 3.0 litros y 6 cilindros en línea.

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Pero, ya sin mirar la ficha técnica, este BMW Z4 sDrive35is intimida al más valiente con su desafiante mirada que se une a un morro muy perfilado y agresivo que destila carácter a raudales. Como no, a los perfilados grupos ópticos le están custodiando los ya clásicos riñones de la firma de la hélice, unos riñores de proporciones deportivas gracias al gran ancho y a la reducida altura que se conjuga con un gran capó, que desde dentro puede parecer interminable, con líneas de tensión y que en su parte final desciende de forma considerable dotando de un gran dinamismo al conjunto.

Sin embargo, todavía se puede rematar la faena como si estuviésemos en la plaza de toros de La Malagueta y pedir las dos orejas y el rabo. Nuestro vehículo de pruebas contaba con el Pack M, lo que significa que gozamos de una estética aún más deportiva y agresiva gracias a un paragolpes con entradas de aires muy generosas y con un diseño marcado que, a pesar de seguir con unas líneas que ya lleva un tiempo entre nosotros, me sigue convenciendo… y a todo aquel que se lo encontró de frente. No fueron una, ni dos las personas que me felicitaron por mi supuesto buen gusto, ya que por desgracia no es mi coche.

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Mi refrigerio se va agontando a un ritmo más elevado del que podría agotarse la gasolina 95 que reside en el deposito de 55 litros que lleva el descapotable alemán. Gracias a mi capacidad de consumo elevada dejo rápidamente una silla de plástico para pasar a reposar mi trasero en una ubicación mejor. Un asiento de cuero rojo me recibe en un posición bastante baja, aunque entrar o salir del habitáculo no es nada complicado. Con múltiples ajustes eléctricos conseguir una buena posición es sencillo. Además el habitáculo es espacioso como para alojar cómodamente a conductores de gran talla.

Con el asiento en su posición más baja, con el respaldo levemente reclinado, con las piernas totalmente estiradas y con un volante en una posición vertical y cercana al cuerpo es como me gusta conducir. Es, sencillamente, una posición de conducción perfecta. Llave a su ubicación y sin poder resistirme más, pulso el botón de arranque. Entonces los 340 caballos de este bloque sobrealimentado cobran vida con un sonido que… enamora. Pero, espera un momento ¿y si antes lo descapotamos? No es una sugerencia, es una exigencia ya que la experiencia será doblemente satisfactoria. Algo menos si lo arrancas con la ventana abierta, aunque también vale si tienes prisas.

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Busco el botón que acciona el techo duro retráctil en un habitáculo impecable, de calidad germana que además resulta espacioso para lo que se puede esperar y que difiere notablemente en diseño de lo que podemos ver en el resto de la gama del fabricante alemán. Puedes subirte a él con el móvil, las llaves, las gafas de sol y algunas cosas más, aunque no te pases, que encontrarás algún que otro recoveco para guardarlos. Además, tras los asientos hay un pequeño hueco con una malla, ideal para dejar prendas de ropa como una chaqueta. Localizado el botón justo delante del selector del cambio, lo presiono y en 22 segundos ya disfruto de todo un descapotable.

Entonces sí, ahora si puedo presionar nuevamente el botón de arranque para disfrutar plenamente del conseguido sonido que emite este bloque de un solo turbo que es esencialmente el mismo motor que daba vida al BMW 1M Coupé. Ahora los 340 caballos no saludan más efusivamente con un «relinchar» grave y ronco que te eriza el vello y te cose una sonrisa de oreja a oreja en la cara. Freno de estacionamiento fuera, selector del cambio en posición D y comenzamos los primeros metros en modo Confort. El BMW Z4 sDrive35is no tiene Stop&Start, ni tan siquiera modo Eco Pro. No preguntes por la conducción a vela

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En los primeros metros ya te percatas de que algo ha cambiado en esta nueva generación Z. Rueda con un nivel de refinamiento más propio de un SLK que de un Z4. Sí, se ha aburguesado. La suspensión es muy cómoda, tanto que me preguntaba si era la opcional deportiva como ponía en los papeles que traía el coche, la insonorización está tan conseguida como en un coupé cuando ruedas cerrado y la caja de cambios automática de doble embrague y 7 relaciones (DKG) te trata con dulzura insertando marcha tras marcha sin que te des cuenta de ello.

Rápidamente decido presionar el botón Sport para serpentear en esta preciosa carretera de curvas con asfalto impecable. En la primera recta que diviso estoy dispuesto a comprobar si los 4,8 segundos que necesita para pasar de cero a cien son ciertos y… vaya si son ciertos. Pie a tabla sin contemplaciones y con un leve retraso llega todo el torrente de par (450 Nm de par máximo) que trabajando en conjunto con toda la caballería consiguen tatuar las gomas de dimensiones 255 en el asfalto. Con una tremenda banda sonora y con mi espalda intimando casi literalmente con el respaldo del asiento, estoy dispuesto a afrontar el primer viraje.

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Las primeras frenadas me sirven para comprobar la potencia de frenado, que no es poca, así como el tacto del pedal del freno, bastante bueno ya que logras parar ahí donde quieres. Lo que no sabía es que este coche… petardease. Los gorgoteos que provienen del escape en reducción o cuando quitamos gas son sencillamente adictivos, tanto que en numerosas ocasiones los provocarás tú mismo sin necesidad ninguna simplemente levantado el pie del gas o reduciendo un marcha. Pero, volvamos a la curva. Metemos volante con una dirección con buen peso, aunque filtrada, y no te extrañes si te tiras demasiado pronto en las primeros giros ya que la dirección es realmente directa, más que la de su mayor rival, el Mercedes SLK.

Curva tras curva, vas subiendo el ritmo y te empiezas a dar cuenta de que este Z4 sDrive35is no se encuentra tan cómodo como un BMW M135i cuando vas con el cuchillo entre los dientes. Este BMW Z4 sDrive35is ha engordado unos cuantos kilos y los más de 1.600 kilogramos que pesa no le vienen muy bien cuando se trata de rodar muy, muy rápido. Si tienes el valor de echar un leve vistazo al cuadro de mandos verás algún que otro testigo parpadear sin descanso como el cartel luminoso de un p… bueno tú ya sabe a que me refiero, para intentar que la cosa no se vaya de madres y que el vehículo consiga ir por la trayectoria que marcas con el volante.

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Si eres muy buena gente y deseas descargar de trabajo a todos los controles electrónicos, puedes optar por seleccionar el modo Sport Plus. Cuando pulsa el botón sabes que algo ha sucedido. El cambio reduce instantáneamente una velocidad y el acelerador está más sensible que un adolescente y, por supuesto, todas las ayudas se relajan para que tus manos trabajen más a fondo. Si no eres cuidadoso a la entrada de la curva arrastrarás el morro y si tu pie derecho es tan pesado como un Hummer tendrás que vértelas con el sobreviraje, con las inercias que proporcionan esos kilitos de más y con unos neumáticos que cuando agarran… agarran. Menos mal que las ayudan están ahí y me hacen sentir mejor «piloto» de lo que realmente soy con un leve bailoteo de la zaga.

Cierto sabor agridulce me dejan los primeros compases con el BMW Z4 sDrive35is. Cuando veo una pequeña explanada me paro uno segundos para reflexionar y para admirar el precioso trasero de este geniuno alemán. Es ancho, bajo y el diseño agresivo del paragolpes trasero encaja a la perfección con la doble salida de escape y con el ancho de las enormes llantas de 19 pulgadas que visten al conjunto de una deportividad que quizás solo se refleja en la imagen de este modelo y en la ficha técnica. Tal vez puede que sea un manazas, seguro, pero lo cierto es que me sentía más cómodo rodando muy, muy rápido con el M135i que con este coche. El compacto está mejor puesto a punto, sin duda, o por lo menos eso pienso yo.

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Con un depósito de combustible que ya no «rebosa felicidad», me dispongo a volver a casa con otra filosofía en mente. Voy a ir de «paseo»… y vaya paseo. Por fin comprendo la naturaleza de este coche, un modelo que no está pensado para rodar al límite, por desgracia no llegará un Z4 M, si no para disfrutar con el cielo como techo de cualquier trayecto, ya que este se convertirá de manera automática en algo lleno de sensaciones. Empiezas a disfrutar de la precisión quirúrgica de la dirección, del empuje del motor en su zona media, las recuperaciones y como no, de ese maravilloso petardeo que florece cuando levantamos súbitamente el pie del gas.

El crepitar de este bloque sobrealimentado rebotando entre las laderas y algunas de las paredes de piedra de esta carretera es sencillamente fabuloso, una experiencia que asociada al aire fresco que acaricia levemente tu cara resulta sencillamente adictiva, tanto que volví a repetir el trayecto… una y otra vez. Pero además, no explotar las capacidades del motor a fondo te recompensa con una sorpresa muy, muy agradable en formato acústico. Cuando pasas de marcha en torno a las 4.000 revoluciones aparece un bufido seco, como si algo se rompiese, que termina de poner el colofón a este aparato de sensaciones. Cuando lo comprendes, lo amas. No es un deportivo, es un coche de «paseo».


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