Como si de un joven que recién pasó la pubertad se tratara, el nuevo Peugeot 308 se presenta. El compacto francés ha madurado, se le ve sereno, se le ve con ganas de comerse el mundo. El primer capítulo de esta prueba, en el que analizábamos su diseño exterior e interior, nos deja sensaciones agradables, sensaciones que parecen gritarnos que éstos, van muy en serio.
El segundo acto está a punto de comenzar. Ahora, el relato se torna más sensitivo, más de sentir. Es el momento perfecto para arrancar el motor, para darle el turno de palabra. En esta ocasión, el conocido bloque de 1.6 litros e-HDI se aloja en las entrañas del de París. Una mecánica que desarrolla 115 CV y 270 Nm de par. ¿Volveremos a encontrarnos con madurez? ¿O tan solo era fachada?
Como os contaba, el cielo se teñía gris, oscuro, a lo Slleepy Hollow. No necesitabas ser un pastor de la Sierra de la Culebra de Zamora, como diría Leo Harlem, para saber que otra tromba de agua estaba a punto de caer. Entre tanto, pulsaba el botón, arrancaba, y engranaba la primera marcha. Un movimiento que venía cargado de sensaciones.
El túnel de transmisión, en una posición más elevada, facilita la tarea de buscar la palanca de cambios. La misma, transmite al sentido del tacto una información que me alegra profundamente: los recorridos se han reducido, o lo que es lo mismo, ahora notamos más firmeza a la hora de engranar. Sin duda, asignatura pendiente de la marca que pedía a gritos que se revisara.