Cuando llega el frío de verdad, tu coche sufre mucho más de lo que parece, aunque por fuera lo veas exactamente igual que en verano. Las bajas temperaturas, la humedad, la sal en la carretera, el hielo o la nieve van castigando poco a poco componentes clave como la batería, los neumáticos, el motor o el sistema de frenos, y si no los mimas un poco puedes acabar en el taller en el peor momento. Para minimizar riesgos, consulta nuestros consejos para coger el coche en invierno.
Además de las averías, en invierno aumenta el riesgo al volante: hay menos horas de luz, aparecen la lluvia intensa, la niebla, el hielo y las heladas nocturnas. Por eso conviene preparar bien el coche con antelación y seguir una serie de trucos muy sencillos que alargan la vida del vehículo y te permiten conducir con mucha más tranquilidad cuando el termómetro se desploma. Si quieres ampliar información sobre seguridad en condiciones adversas, consulta nuestra guía de conducción segura en viajes.
1. Aparcar bajo techo y proteger la carrocería
Un detalle tan simple como guardar el coche en un garaje o bajo un porche marca una gran diferencia en invierno. Un vehículo que pasa la noche bajo techo arranca mejor, sufre menos cambios bruscos de temperatura y está más protegido del hielo, el viento, la lluvia y la nieve que uno que “duerme” siempre en la calle; además, aplicar algunos trucos para calentar tu coche en invierno puede mejorar aún más el arranque matinal.
Cuando no tengas esa opción, intenta aparcar en el lugar más resguardado que encuentres, evitando zonas muy expuestas a corrientes de aire o donde se acumule mucha humedad. Aunque parezca una tontería, buscar una fachada que haga de pantalla o un árbol que corte el viento ayuda a que el coche se enfríe menos. Si te preocupa el impacto del clima en el vehículo, revisa también cuestiones sobre daños meteorológicos y seguro de coche.
Para los coches que viven siempre a la intemperie, una buena funda o lona específica para automóvil es una inversión muy recomendable. Estas cubiertas protegen la pintura de la sal y la gravilla, reducen la formación de hielo sobre la carrocería y los cristales y, de paso, evitan la acumulación de suciedad que puede provocar corrosión con el tiempo.
En estas fechas también conviene lavar el coche con cierta frecuencia para eliminar restos de sal y barro. En invierno las carreteras se tratan con sal y otros productos que se quedan pegados en bajos, pasos de rueda y aletas. Si no los retiras, con los años pueden aparecer óxidos y daños estructurales, sobre todo en vehículos más veteranos; es una forma de evitar las averías más caras.
2. Batería: el gran punto débil con bajas temperaturas
Con el frío, la batería es probablemente el componente que más sufre. Las reacciones químicas internas se vuelven menos eficientes y su capacidad real cae en picado, justo cuando el coche necesita más energía para arrancar y alimentar sistemas como la calefacción, la luneta térmica o los desempañadores. Si te quedas sin carga, aprende cómo arrancar un coche sin batería de forma segura.
Si tu batería tiene ya unos años, es buena idea revisarla en un taller antes del invierno. En muchos casos, a partir de los tres años empieza a perder rendimiento, y superados los cinco años la probabilidad de quedarte tirado en una mañana helada aumenta muchísimo. Un profesional puede comprobar su carga, el estado de los bornes y si conviene sustituirla.
Hay un truco casero que puede ayudarte en climas muy fríos: colocar durante unos minutos un paño seco y caliente sobre la batería antes de intentar arrancar. Ese pequeño incremento de temperatura puede facilitar el arranque cuando la batería está en el límite, aunque no sustituye a un mantenimiento adecuado.
También es importante llevar siempre unas pinzas de arranque en el maletero. Son baratas, no ocupan casi espacio y pueden sacarte de más de un apuro si la batería decide dejarte tirado en un parking o en plena calle. Aprovecha para revisar visualmente que los bornes estén limpios, sin óxido ni sulfataciones.
3. Aceite del motor y otros fluidos: que el frío no bloquee la mecánica
En invierno, el aceite del motor se vuelve más denso, tarda más en circular y lubricar todas las partes móviles. Si el lubricante está muy degradado o no es el recomendado para temperaturas bajas, el esfuerzo del motor al arrancar en frío aumenta y también se acelera el desgaste interno.
Lo ideal es ajustarse siempre a la viscosidad y tipo de aceite que indica el fabricante, y valorar el uso de aceites multigrado o algo menos viscosos cuando el coche va a circular frecuentemente con temperaturas muy bajas. Estos lubricantes facilitan el arranque invernal porque fluyen mejor en frío y protegen mejor desde los primeros segundos.
También conviene respetar los intervalos de cambio de aceite. Como norma orientativa muchas marcas hablan de unos 20.000 km o dos años, pero puede variar según modelo, tipo de conducción y kilometraje. Si no recuerdas cuándo lo cambiaste por última vez o notas el aceite muy oscuro y espeso, acude a tu taller de confianza para revisarlo.
Más allá del aceite del motor, hay otros fluidos que también debes vigilar: líquido de frenos, dirección asistida y refrigerante. Todos ellos necesitan alcanzar una temperatura mínima para funcionar de forma correcta, por lo que no es buena idea arrancar y salir disparado. Dejar el motor al ralentí uno o dos minutos ayuda a que estos fluidos fluyan y se reparta correctamente la lubricación.
4. Refrigerante y anticongelante: defensa clave contra el hielo
El circuito de refrigeración trabaja a diario, incluso en invierno, y el líquido refrigerante hace también la función de anticongelante. Su misión es mantener la temperatura del motor en un rango óptimo, evitar que el agua se congele y proteger de la corrosión el interior del circuito.
Con el paso del tiempo, el refrigerante va perdiendo propiedades y se ensucia. Por eso se recomienda cambiarlo aproximadamente cada tres años o cada 60.000 km, revisando siempre el nivel y, muy importante, el aspecto del líquido: si lo ves turbio, con un color raro o demasiado traslúcido, toca sustituirlo.
Existen diferentes tipos y colores de anticongelante, que indican la concentración y la temperatura que soportan. Los más diluidos (por ejemplo, mezclas cercanas a un 10% de producto y 90% de agua destilada) aguantan alrededor de -4 ºC, mientras que las mezclas al 50% pueden soportar hasta unos -36 ºC. Es fundamental no mezclar colores distintos y utilizar siempre un producto compatible con tu vehículo.
Evita rellenar el circuito solo con agua, porque en invierno el agua pura puede congelarse y provocar daños muy serios en el motor y el radiador. Ajustar la proporción correcta de anticongelante no solo evita el hielo, también protege contra las incrustaciones y la oxidación interna, alargando la vida del sistema de refrigeración y calefacción.
5. Neumáticos: agarre y seguridad sobre agua, nieve y hielo
Los neumáticos son el único punto de contacto real entre el coche y el asfalto, y en invierno tienen que enfrentarse a lluvia intensa, charcos, nieve, hielo y aguanieve. Su estado es determinante para frenar a tiempo, evitar el aquaplaning y mantener el control del vehículo; si dudas, aquí tienes consejos para elegir los neumáticos correctos.
Antes de que llegue el frío intenso, revisa el dibujo y la profundidad del perfil. Lo recomendable para conducir en invierno con seguridad es contar al menos con 3 mm de profundidad, aunque la ley fije el mínimo en 1,6 mm. Cuando el dibujo está muy gastado, el neumático evacúa peor el agua y se vuelve crítico circular sobre superficies deslizantes. Si tienes dudas sobre el momento de sustituirlos, consulta cuándo cambiar las ruedas.
En muchos países, y en algunas zonas concretas, es obligatorio o muy aconsejable montar neumáticos de invierno durante los meses fríos. Estos neumáticos tienen un compuesto más blando y un diseño de banda de rodadura especial, con más laminillas, que mejora la adherencia en nieve, hielo y barro. Busca siempre la marca M+S (mud & snow) o el símbolo del copo de nieve con la montaña de tres picos, que garantiza que cumple el estándar de invierno.
Si apuestas por neumáticos de invierno o “all season”, cámbialos siempre por juegos de cuatro, no solo el eje delantero o trasero. Mezclar gomas de verano e invierno en el mismo coche desequilibra el comportamiento y puede generar situaciones peligrosas, sobre todo en frenadas de emergencia o maniobras bruscas.
Además, no te olvides de revisar la presión de los neumáticos con más frecuencia. El frío reduce la presión interna y es fácil acabar circulando con menos de lo recomendado, aumentando el consumo y empeorando el agarre. Comprueba la presión al menos una vez al mes y siempre en frío. Ten en cuenta también la influencia de los neumáticos de invierno en el consumo.
Si vives en zonas donde nieva con frecuencia o sueles ir a la montaña, llevar cadenas de nieve o dispositivos equivalentes en el maletero es obligatorio en muchas carreteras y, sobre todo, una importante medida de seguridad. Asegúrate de que sabes cómo colocarlas antes de necesitarlas en plena nevada.
6. Frenos, amortiguación y sistemas de seguridad
En invierno, la distancia de frenado se alarga por la humedad, el hielo y la nieve, así que tener el sistema de frenos en perfecto estado se vuelve aún más importante que el resto del año. Unos metros de más pueden marcar la diferencia entre un susto y un accidente.
Conviene revisar periódicamente el desgaste de pastillas y discos, así como el estado del líquido de frenos. Si está muy viejo o sucio, su punto de ebullición baja y puede perder eficacia en frenadas exigentes. Si notas vibraciones en el pedal, ruidos al frenar o una respuesta poco firme, pide una revisión en tu taller cuanto antes.
El sistema de suspensión y los amortiguadores también juegan un papel clave. Unos amortiguadores gastados aumentan el riesgo de aquaplaning, porque la rueda pierde contacto con el asfalto al pasar por charcos o irregularidades. Además, empeoran la estabilidad del vehículo en curvas y frenadas, justo cuando menos interesa.
En zonas muy frías, algunas partes del sistema de frenos pueden llegar a congelarse o trabajar con dificultad si acumulan agua, sal o suciedad. De ahí la importancia de un mantenimiento preventivo: una revisión general antes del invierno puede detectar a tiempo pequeñas anomalías que se agravarían con el frío.
7. Parabrisas, limpiaparabrisas y visibilidad
La visibilidad es fundamental en época de lluvia, niebla y nevadas, por lo que parabrisas, luneta térmica y escobillas deben estar en buenas condiciones. Cualquier pequeño impacto en el cristal puede convertirse en una grieta si sufre un cambio brusco de temperatura. Para saber cómo evitar que se congelen los cristales tienes una serie de recomendaciones prácticas.
Para evitar que las gomas de los limpiaparabrisas se queden pegadas al cristal durante una helada, mucha gente recomienda dejarlos levantados al aparcar. Otra opción práctica es colocar un pequeño corcho o sistema de apoyo que mantenga la goma algo separada del vidrio, reduciendo el riesgo de que se rompa al accionarlas por la mañana.
Un truco muy efectivo es usar una cubierta o protector específico para el parabrisas por la noche. De esta forma, al llegar por la mañana solo tendrás que retirar la funda y habrás evitado buena parte de la escarcha y el hielo. No utilices nunca agua hirviendo para deshacer el hielo, porque el contraste térmico puede rajar el cristal de inmediato. Además, rellena el depósito del limpiaparabrisas con productos adecuados siguiendo los mejores trucos para evitar que se empañen los cristales.
Las escobillas también envejecen con el frío, el sol y el uso intensivo. Si dejan zonas sin limpiar, hacen ruido o “saltan” sobre el cristal, es momento de cambiarlas. Unas gomas en mal estado reducen mucho la visibilidad cuando llueve fuerte o nieva, justo lo que menos te interesa en invierno.
Además, conviene llenar el depósito del limpiaparabrisas con un líquido específico que incluya anticongelante. Nunca uses solo agua, porque puede congelarse dentro del circuito, obstruirlo o incluso dañar la bomba. Revisa también el estado de la luneta térmica trasera, que ayuda mucho a desempañar y eliminar escarcha rápidamente.
8. Alumbrado y sistemas de climatización
Durante los meses fríos, los días son más cortos y se conduce muchas más horas de noche o con malas condiciones de luz. La niebla, la lluvia intensa y la nieve reducen la visibilidad, tanto para ti como para el resto de conductores, así que el sistema de alumbrado tiene que funcionar de forma impecable.
Es recomendable revisar todas las luces del vehículo: cortas, largas, intermitentes, luces de freno, marcha atrás, antiniebla delanteros y traseros. Cambia las bombillas que fallan, limpia las ópticas con frecuencia para eliminar restos de barro y sal, y comprueba que los faros estén bien regulados para no deslumbrar ni quedarte corto de iluminación.
Por otro lado, la climatización no solo sirve para ir cómodo. Un sistema de calefacción y aire acondicionado en buen estado ayuda a desempañar y deshelar los cristales mucho más rápido, manteniendo una visión clara. Sobre posibles fallos y su prevención, revisa información sobre averías del aire acondicionado y calefacción.
Te conviene comprobar que el radiador de la calefacción y el circuito de refrigeración no tengan obstrucciones ni depósitos de suciedad. En algunos casos, una limpieza con productos desincrustantes específicos puede devolver el rendimiento perdido. Si no se mantiene este sistema, una avería en el radiador de la calefacción puede salir bastante cara.
9. Arranque en frío: cómo cuidar el motor en los peores días
Los primeros segundos tras girar la llave o pulsar el botón de arranque son el momento en el que más sufre la mecánica, especialmente en pleno invierno. El aceite está frío y denso, los componentes metálicos contraídos por la temperatura y la batería dando el máximo de sí para mover el motor de arranque. Para un arranque seguro y eficiente consulta cómo arrancar tu coche en invierno sin dañarlo.
Lo más aconsejable es evitar revolucionar el motor nada más arrancar. Deja que funcione al ralentí entre uno y tres minutos, tiempo suficiente para que el aceite se distribuya y los fluidos alcancen una temperatura mínima. Después, comienza a circular con suavidad, sin acelerones bruscos ni pisar a fondo en las primeras manzanas.
También ayuda mucho tener los filtros de aire y de combustible en buen estado. Un filtro de aire sucio limita la entrada de oxígeno y empeora la combustión, mientras que un filtro de combustible obstruido puede provocar tirones y dificultar el arranque. Incluir su revisión dentro de la puesta a punto de invierno es una buena costumbre.
En vehículos con sistemas de parada y arranque automático (start-stop), la exigencia sobre la batería y el motor de arranque es todavía mayor. Si haces muchos trayectos cortos urbanos, con constantes paradas en semáforos, el desgaste se acentúa, así que es especialmente importante un mantenimiento preventivo en estos casos.
10. Accesorios y kit de emergencia para el invierno
Una parte importante de cuidar el coche en invierno consiste en llevar el equipamiento adecuado para imprevistos. Un sencillo kit invernal puede sacarte de más de un apuro si te pilla una nevada, una helada fuerte o un atasco en carretera.
En ese kit no deberían faltar una rasqueta específica para hielo y un cepillo de cerdas suaves para retirar la nieve sin arañar los cristales. Añade también un parasol o manta anticongelación para el parabrisas, que reducirá la escarcha nocturna, y unas buenas cadenas de nieve o fundas textiles si sueles moverte por zonas con nevadas frecuentes.
Además de los accesorios para el coche, es recomendable llevar mantas, ropa de abrigo, guantes y gorro si vas a hacer viajes largos en pleno invierno. Completa el conjunto con una linterna con pilas en buen estado, algo de agua, comida no perecedera, un pequeño botiquín y, por supuesto, el teléfono móvil bien cargado y, si puedes, un cargador para el coche.
Otros elementos muy útiles en climas duros son una pala pequeña plegable, un juego de pinzas de batería y algo de líquido anticongelante de repuesto. Son objetos que apenas ocupan espacio y pueden marcar la diferencia si tienes que sacar el coche de la nieve, arrancar con ayuda de otro vehículo o rellenar el circuito en un momento puntual.
Con todo esto en cuenta, preparar tu coche para el invierno es mucho más que un simple mantenimiento: es una forma de ganar tranquilidad, evitar averías caras y reducir riesgos en la carretera cuando las condiciones se ponen feas. Si revisas la batería, los neumáticos, el sistema de frenos, el aceite, el anticongelante, la visibilidad, el alumbrado y llevas un buen kit de emergencia, tu coche estará listo para enfrentarse al frío, la lluvia, el hielo y la nieve mientras tú solo te preocupas de disfrutar del viaje.
