Copilotos por un día de Nasser Al-Attiyah e Isidre Esteve en sus Toyota Hilux del Dakar

Toyota Hilux T1+ de Nasser Al-Attiyah

No cabe la menor duda de que el trabajo de Toyota en competición durante los últimos años es digno de elogiar. Podemos mencionar el WEC, el WRC o el mismísimo Dakar. Y ojo, que lo más positivo es que todas esas victorias y experiencias se trasladan a los coches de calle, logrando también llamar la atención de clientes que buscan cierta deportividad en su próximo vehículo.

Como sabéis, la firma nipona tiene el departamento específico de Toyota Gazoo Racing para competición y vehículos deportivos. De ahí nacen los GR Yaris, GR Supra y el esperadísimo GR 86 que está a punto de llegar a las calles. En un escalón inferior está el apartado GR Sport, los acabados de estética deportiva presentes ya en prácticamente toda la gama híbrida.

Un modo de hacernos ver el rendimiento y sentir la competición es mediante experiencias. En esta ocasión nos desplazamos hasta la finca de un tal Nasser Al-Attiyah, la Nasser Racing Camp ubicada a unos 70 kilómetros de Barcelona. En su propia casa, donde el campeón del Dakar 2022 entrena, vivimos una jornada llena de emociones y experiencias que jamás olvidaremos. Concretamente teníamos cuatro actividades diferentes.

La finca de Nasser dispone de varios circuitos diferenciados, con enfoques distintos. Desde el primer momento vimos que no nos íbamos a aburrir precisamente. Tras un breve briefing con los responsables de la marca, nos poníamos manos a la obra. Sotocasco, casco y a disfrutar.

Derrapar con el Toyota GR Yaris

Toyota GR Yaris en tierra

La primera actividad, para ir abriendo boca e ir acelerando el ritmo cardiaco poco a poco, la haríamos conduciendo un Toyota GR Yaris sobre una pista de tierra con muchas escapatorias. El objetivo era simple: derrapar y disfrutar.

Así, me subo al utilitario deportivo del momento, desactivo las ayudas electrónicas y pongo el modo Sport en el sistema de tracción integral del coche. De este modo, el eje trasero recibe más par motor que el delantero, facilitando por tanto los deslizamientos.

Por supuesto, la primera vuelta es para tantear un poco el breve trazado y reconocer si hay algún punto más complicado que otro. En la segunda vuelta ya no hay dudas, así que a darlo todo.

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Siempre es un placer conducir el GR Yaris de Toyota, pero más aún para jugar deslizando en la tierra y, especialmente, con muchos metros de margen en caso de perder el control. Primera, segunda y freno de mano, buscando bailar en todo momento. La sonrisa era permanente.

Lo cierto es que, sin ser precisamente ningún experto en esto del drift, lo disfruté cual niño con zapatos nuevos. De hecho, creo que los doctores deberían recomendarlo al menos media hora al día a cualquier paciente que sufra estrés.

Copilotaje en el Yaris de la GR Iberian Cup

Toyota GR Iberian Cup

Posteriormente, cambiamos el asiento del conductor por “el asiento del pánico”. Nos subíamos al Toyota GR Yaris de la GR Iberian Cup. Un piloto experimentado nos daría una vuelta a uno de los trazados del Nasser Camp, con nada menos que 7 kilómetros de recorrido. Saltos, pendientes, derrapes totalmente controlados junto a un barranco que ponía los pelos de punta.

Ahora sí, ya teníamos el ritmo cardiaco disparado. Y es que cuando lo vemos en las imágenes por televisión no parece nada del otro mundo, pero créeme, hay momentos en los que no terminas de comprender cómo un coche de calle preparado para esta copa monomarca puede rendir tanto.


Sobre todo, lo que más me llamó la atención fue el nivel de agarre sobre tierra. Porque sí, el piloto lo hacía derrapar en las curvas más cerradas, pero el único objetivo era hacerlo girar fácilmente para salir disparado. Todo un deleite vivirlo en primera persona, pese a que en algunos momentos daba bastante respeto.

Al final, en estas situaciones hay que tener confianza en el piloto y recordar que está haciendo lo que mejor sabe hacer, y que tampoco va al 100 % como si estuviera jugando un rallye o el campeonato.

Copilotaje con Isidre Esteve

Isidre Esteve

Tras un breve descanso y tomar un refresco mientras asimilaba lo anterior, llegaba el momento de subir al Toyota Hilux con nada más y nada menos que Isidre Esteve. El piloto catalán acumula 17 participaciones en el Dakar, pero más allá de eso, Isidre es un piloto especial.

Desde el momento en que abres la puerta de su coche, te recibe con una sonrisa. Transmite un nivel de cercanía muy poco habitual en pilotos de élite, pues te anima a que le preguntes cosas del coche, él te cuenta detalles tanto del vehículo como de sus mandos específicos. Y lo dicho, todo con una sonrisa y con total cercanía, como si te conociera de toda la vida.


Una vez nos dan luz verde para entrar al circuito, es imposible no quedar hipnotizado por el trabajo de sus manos. Recuerda que él tiene que gestionar todo exclusivamente con las manos. Acelerador, freno, cambio, freno de mano y, por supuesto, la dirección. El ejercicio de sincronización es realmente complicado de asimilar.

Por supuesto, a nivel de conducción es todo un crack. Desde el asiento del copiloto se siente una conducción fina y elegante, pero también algo pícara al balancear el coche desde el comienzo de la curva para deleitarnos con dulces derrapadas durante las 3 o 4 vueltas que dimos con él.

Copilotaje con Nasser Al-Attiyah

Copilotaje con Nasser Al-Attiyah en Nasser Racing Camp

Tras la bonita experiencia con Isidre Esteve, tocaba subirse con el mismísimo Nasser Al-Attiyah. Por dar sólo algunos datos, ha ganado en cuatro ocasiones el Dakar, las dos últimas con Toyota. En esta ocasión tendremos el placer de subirnos con el vencedor del último Dakar, en su propia casa y con el coche ganador, el Toyota Hilux T1+.

Al-Attiyah también es un piloto agradable y sonriente, aunque sin llegar a la cercanía de Isidre. Eso sí, el pilotaje es de otro mundo. El circuito era el mismo, pero comparado con el piloto catalán, el ritmo era mucho más rápido. Tal vez Isidre se estaba guardando bastante más margen que Nasser, pero desde el asiento del pánico se percibía un nivel de conducción realmente brutal.

Frenaba mucho más tarde, aceleraba antes, apuraba más los márgenes de la pista y, en resumidas cuentas, lo sentía mucho más agresivo al volante. Es más, donde Isidre Esteve nos hacía saltar unos metros pero asegurando totalmente el aterrizaje, Al-Attiyah no cortaba y volábamos bastante más (derrapando incluso en el aire), aterrizando en alguna que otra ocasión medio de lado.

El talento del catarí se percibe a los pocos segundos de engranar la primera. Una de las cosas que más me llamó la atención fue que llegamos a circular a ciegas durante algunos segundos en la última vuelta, pues aún no se había despejado totalmente el polvo que nosotros mismos habíamos levantado previamente. Lo miré y él iba tan tranquilo aprovechando cualquier mínima referencia para seguir el rumbo.


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